Han despertado estas elecciones el interés que esperaba su organización?
—Creo que habrá una alta participación. Cambia el formato y eso plantea alguna duda, pero los agricultores saben que se juegan su futuro el domingo y si no hay participación se debilitará nuestra posición para negociar con la Administración.
—¿Les perjudica la citación de judicial del secretario general, José Antonio Turrado, por el caso de Caja España?
—No conozco persona más trabajadora, honrada y leal que José Antonio Turrado. Es hora de que, después de nueve o diez años, y por la denuncia de un grupo minoritario, se les llame a declarar para que puedan defender su honor. Ese día estaré el primero apoyándole.
—¿Qué motiva ese enfrentamiento entre Asaja y la consejera de Agricultura?
—No aceptamos presión de ninguna administración y nuestra labor está en denunciar lo que no se hace bien. Es la peor consejera desde que hay democracia: viene cada poco y vende sus bondades y reparto de dinero, pero no da nada y nos echa a los pies de los caballos. En un año como este, un 70% de los agricultores no ha tenido ayuda y el otro 30% ha recibido una media de 200 euros, al subvencionarles los intereses de un crédito que ellos tienen que pagar. Si escucha a la consejera parece que lo aporta ella, porque suma a la ayuda lo que paga el agricultor. No ha articulado una sol medida específica. Queda la moratoria de los pagos a la Seguridad Social, que no es una ayuda.
—¿No cree que deberían haber buscado un consenso en la creación de la Asociación de Juntas Agropecuarias Locales (Ajal) una vez que cesó la financiación pública a las cámaras agrarias?
—Un acta recoge la propuesta de Asaja de integrar a todas las organizaciones en Ajal cuando la Cámara Agraria dejó de prestar servicios a las juntas agropecuarias locales. Y lo cierto es que la Cámara hoy continúa abierta, presta los servicios contemplados en la Ley Agraria, se autofinancia y tiene remanente en caja —las que se extinguieron fue por falta de viabilidad económica—. Asaja quiere relanzarla, darle más funciones y nuevos retos. Hoy no le cuesta nada a ningún agricultor ni a la Administración y es una buena herramienta para la unión del sector porque representa a todos los agricultores y ganaderos de la provincia y no a las organizaciones agrarias.
—¿Volverá la lonja a la Cámara Agraria?
—La asumió Ajal por unión de 80 de las 82 juntas agropecuarias locales de la provincia y, a día de hoy, ni una sola se ha dado de baja, por lo que el servicio que se les presta es impecable.
—¿La solución a los bajos precios bajos en origen es siempre la Administración?
—Estamos en un panorama de mercados internacionalizados. Hace años venía mal la campaña en trigo, patata, maíz… y, en un contesto más provincial o regional el precio corregía la falta de producción. Pero ahora te regula la oferta y la demanda y es triste que la única forma para una agricultor de León gane es que otro de Estados Unidos o Rusia se arruine. No puede haber una liberalización a cara de perro. Es cierto que el mercado se corrige, pero en ese camino se queda mucha gente. Es lo que ha pasado ahora con el vacuno de leche: hay años malos, muy malos y otros buenos, pero hay quien se ha quedado sin disfrutar los últimos.
—Pero la Unión Europea no permite fijar precios.
—La UE ha bajado tanto los precios de intervención que no merece la pena recurrir a este mecanismo.
—¿Da resultado la política de incorporación de jóvenes?
—En la actualidad no es mala, pero es peor de lo que cuentan. En Asaja formamos al 60% de los jóvenes que inician la actividad y calculamos una media de 37.000 euros de ayuda a la incorporación —la consejera de agricultura asegura que son 70.000 euros—, que, además, cobran a los dos o tres años de realizar la inversión. Queremos jóvenes, pero necesitan mucha vocación y más apoyo. El repunte que se registró en los años más duros de la crisis económica ha pasado, porque la incorporación está ligada casi en un 90% a que la familia desarrollara esta actividad y hubo gente que se incorporó al perder el empleo.