El foco mediático de la remolacha está puesto en el envío de producción de raíz leonesa a la fábrica cooperativa de Valladolid, promovido por un grupo leonesista que a punto está de entrar en la esquizofrenia política. Pero este cultivo tiene más amenazas, más incluso que las que le propina el equipo directivo de Azucarera empeñado en aplicar al campo toda la teoría que se estudia en las prestigiosas escuelas de negocios. Muchos agricultores siguen sembrando remolacha porque se comprometieron con la Junta de Castilla y León por un periodo de cinco años a cambio de recibir unas ayudas agroambientales de cuatrocientos cincuenta euros por hectárea, y este compromiso se libera al finalizar la campaña actual, ya que está previsto el incumplimiento de uno de los años sin que ellos supongan penalización económica. Lo que pensamos los entendidos es que de cara al próximo año muchos productores van a abandonar un cultivo que no les está dando demasiadas satisfacciones ni aportando mucho más que otras producciones menos exigentes en trabajo y en inversión. Las ayudas que recibe la remolacha, con un diferencial de unos mil euros por hectárea respecto al maíz, y que están condicionadas a la venta del producto para su transformación en azúcar, impiden que los remolacheros puedan vender su cosecha quizás a un mejor precio para otros fines comerciales. Me refiero a que un año como el actual, con un invierno que está siendo largo y por lo tanto sin alimento en el campo para la ganadería extensiva, la remolacha a su precio actual de mercado de unos 33 euros por tonelada, podría entrar por precio a formar parte de la ración de ovejas y vacas. Lo que quiero decir es que si no fuera por los condicionantes que obligan a llevar la raíz a la producción de azúcar, la compañía Azucarera se quedaría sin una parte de la cosecha que se destinaría a alimentar el ganado, porque habría ganaderos dispuestos a pagarle a los productores más de lo que le paga la industria azucarera, y siendo infinitamente menos exigentes.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 30 de marzo de 2018