Se utilizaba en los pueblos la expresión de llevar una “vida de perros” cuando alguien trabajaba de sol a sol, con pocas recompensas, desatendiendo las necesidades más básicas y poniendo incluso en riesgo su salud. Había muchas vidas de perros no hace tantas décadas a lo largo y ancho de nuestra provincia, de los propios perros y, lo que era peor, de sus dueños. Afortunadamente las cosas han cambiado y los trabajos se han humanizado lo suficiente como para que no tenga ya lugar dicha expresión, o al menos se haya convertido en una excepción. Pero es más, ahora llevar vida de perro, al menos si eres perro de ciudad, es sinónimo de atenciones, de confort, de lujo si se me permite. Y me alegro de que también para los perros hayan venido tiempos mejores, de que el bienestar se comparta con sus dueños, y me alegro de que todos tengamos una mayor sensibilidad y respeto para con los animales de compañía. Viene esto a cuento de la proposición no de ley del grupo parlamentario del PP en el Congreso mediante la cual se pretende proteger más a las mascotas llegando incluso a fijar un régimen de visitas en casos de separación o divorcio de los dueños. Y esto ya me parece un dislate de sus señorías, me parece que es mear fuera del tiesto, me parece que es pasarse al otro extremo sin otra pretensión que la de ser más progre que nadie y apañar un puñado de votos entre cierto electorado un tanto fundamentalista en este tipo de cosas. Pienso que ya nuestro Código Penal castiga suficientemente a quién de forma gratuita causa dolor o sufrimiento a los animales, a quién no procura las atenciones debidas a los animales de compañía a su cargo. No hace falta más legislación, basta con cumplir la que tenemos y basta con que todos procuremos tratar a nuestros animales bajo principios éticos y morales propios de los tiempos en los que vivimos. Y bajo es principio genérico de bienestar animal, no debemos de confundir el status del perro mascota, con el del perro de guarda o pastor que es pieza clave en nuestra actividad ganadera tradicional.
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 15 de diciembre de 2017.