José Antonio Turrado, secretario general de ASAJA-Castilla y León

Las elecciones municipales no son ajenas a los intereses del campo de Castilla y León, y por lo tanto no deberíamos de permanecer indiferentes ante ellas. Otra cosa es que, a nosotros los agricultores y ganaderos, nos de pereza presentarnos a esos cargos -pensados para funcionarios, desocupados y prejubilados-, que lo dejemos en manos otros, y que esos otros no nos despierten simpatía.

Pero de la política municipal dependen las licencias de obra y actividad, y en consecuencia la decisión de autorizar o no una instalación ganadera como puede ser una granja de pollos o de cerdos, por poner los ejemplos más habituales. De la política municipal depende cómo se reparten y a qué precio pastos o tierras que son de su propiedad y que en muchos municipios suponen más superficie que la de particulares. De la política municipal depende la carga impositiva del IBI que grava nuestras propiedades rústicas -nuestras tierras- o urbanas –nuestras casas y nuestras naves-. La política municipal determina si los caminos rurales están en buen estado de conservación, que es como deberían de estar siempre, o si por el contrario es la última de las actuaciones, la última de las prioridades, y por lo tanto siguen año tras año intransitables. De la política municipal depende que la actividad agroganadera siga siendo compatible con la vida en los pueblos, o que se vaya apartando a agricultores y ganaderos porque ahora todo lo que hacemos molesta a los pocos que viven en ellos y sobre todo a los que nos visitan. De la política municipal depende que se fomente el sector agropecuario, o que se le expropie para poner alfombra roja a las multinacionales que vienen arrasando con todo en proyectos fotovoltaicos. De la política municipal depende que se fomente la implantación de empresas agroalimentarias, como un complemento a lo nuestro, o que por el contrario, además de no ser proactivo en buscarlas, se espante a cualquiera que pudiera mostrar el mínimo interés por instalarse.

Además de todo lo anterior, como agricultores y ganaderos, y como vecinos del pueblo, de un pueblo en el que tenemos en muchos casos todo nuestro patrimonio, queremos que el alcalde gestione para que haya buenas carreteras, buen transporte público, buenas conexiones de telefonía e Internet, que se mantengan los bares, que haya servicio religioso y no se caiga la iglesia, que se cuide el patrimonio, que se mantengan las buenas costumbres, que haya convivencia vecinal, que se ofrezcan soluciones a los problemas de nuestros mayores, que consulte el médico, que haya guarderías y colegios si todavía quedan niños, que haya lugares de ocio, que nos dejen salir con el perro sin llevarlo atado con un cordel, que presten servicio las entidades financieras, que el secretario municipal sea un correcto servidor público, que la Guardia Civil preste la vigilancia debida, que se celebre por todo lo alto la fiesta de la patrona del pueblo, que no se ponga un sueldo mayor del que se merece y gana o que se lo ponga si se lo gana, que no contrate a los vagos que no quieren trabajar, y que sea cercano y empático con todo el vecindario.