José Antonio Turrado. Secretario general de ASAJA Castilla y León

Los jóvenes que hoy se están incorporando al campo han nacido ya coincidiendo con un cambio de tendencia que ha convertido a nuestro país en exportador de productos agroalimentarios con balance neto positivo de aproximadamente veinte mil millones de euros. Solo hay otros siete países en el mundo que tengan resultados mejores que España. Esto explica que en plena crisis del COVID en España, en la que el campo siguió haciendo su trabajo, no peligrara el abastecimiento en los lineales, y además siguiéramos sacando mercancía fuera para atender a otros que lo necesitaban sin más problemas que los derivados de una logística que se resintió de forma muy particular y todavía no se ha estabilizado.

Es importante que los agricultores, y sobre todo los jóvenes, sepamos que las cosas son así para que no nos obcequemos en defender un cierre de fronteras como defendíamos los sindicalistas agrarios en los años ochenta y noventa cuando aquí se importaba más de lo que se exportaba. Porque una política agraria que intervenga en exceso en los mercados exteriores, lo único que puede es perjudicarnos como agricultores y ganaderos, perjudicarnos como sector agroalimentario, y perjudicarnos como comunidad autónoma y como país. Otra cosa es que, en esos intercambios entre países de la propia Unión Europea, o con países terceros, se apliquen reglas comunes, se apliquen principios de reciprocidad, que den garantías de que las reglas del juego son lo más similares posibles. Se trata de evitar el denominado dumping, que en este caso puede ser vender al mismo precio pero con unos costes inferiores debido a unas menores exigencias medioambientales, en sanidad y bienestar animal, menores impuestos, o distintas cargas sociales y laborales.

Es evidente que la sociedad, con carácter general, no valora lo nuestro, y es evidente que este Gobierno, influido por algunos de sus socios estables o parlamentarios, nos tiene manía y nos ataca injustamente a la mínima posible. Por eso es grato el contenido del documento que el ministerio de Agricultura ha presentado al sector como preámbulo a las propuestas del Plan Estratégico de la PAC para España. Además de poner de manifiesto la vocación exportadora de nuestro sector, como antes he manifestado, añade también que el sector agrario español es más productivo que la media de los países más punteros de la Unión Europea, y que el peso de las ayudas, en su comparación con las ventas, es significativamente menor.

Agrada la posición de ministerio de Agricultura de defender a la agricultura convencional aunque lo que está de moda es la ecológica, de defender la coexistencia de producciones intensivas y extensivas, de apoyar los canales locales sin olvidar los mercados internacionales, y de producir para autoabastecernos sin olvidar producir también para otros mercados. Da la impresión de que somos un sector potente, que el Gobierno lo reconoce, y que va a trabajar para que siga siendo así.

Otra cuestión es que en nuestras economías agrarias domésticas las cosas no pinten tan bonitas, cueste obtener unos márgenes razonables para seguir funcionando y atendiendo las necesidades de las familias, cueste alcanzar niveles de renta equiparables a los de otros sectores, y cueste ver remunerado el esfuerzo y la inversión tan elevados que supone ser agricultor y ganadero. Y cuesta ver un futuro despejado cuando, un día sí y otro también, alguien del Gobierno se acuerda de los agricultores y lo hace para mal, para hacernos de menos, para afearnos nuestros métodos de producción, para acusarnos de maltratar a los animales y al medio ambiente, para decir que lo que producimos perjudica a la salud, y para cuestionar nuestro papel en el entramado socioeconómico.