JOSÉ LUIS MARCOS | Presidente de ASAJA-Palencia

JULIO Y AGOSTO PODRÍAN haber resultado meses de satisfacción para los agricultores de Palencia, basta que casi todos cultivamos cereal de invierno, eje sobre el que giran nuestras explotaciones. Según los datos de la Junta de Castilla y León, esta campaña volvíamos a superar de largo las 280 000 hectáreas. Tras un par de años a la baja, la superficie se acerca de nuevo a ese nivel de las trescientas mil hectáreas que rondaba el cereal de invierno en la década anterior al importante descenso de las campañas cosechadas en los veranos de 2023 y 2024.

Con rendimientos superiores a la media, la tradicional apuesta del cereal podría haber generado unas muy necesarias alegrías para el campo palentino… e indirectamente para la economía y el empleo de la provincia. Siempre se recrea más la vista pasando el peine y viendo que el remolque se carga más rápido que otros veranos, y que la misma parcela rácana de pasadas campañas se muestra generosa en kilos.

FAENA SIN REMATAR. Pero, como bien saben nuestros agricultores, el buen rendimiento no conlleva esta vez buena rentabilidad. La espada no acaba rematando la faena. Al contrario: el grano ha vuelto hoy a unos precios tan bajos que, en términos absolutos, no se conocían desde otoño de 2020.

Pero deberíamos retrotraernos muchísimo más atrás si los miramos en términos reales; es decir, si consideramos el IPC general (no digamos ya la galopante inflación de costes que venimos padeciendo). En ese sentido, aquellos 175-180 euros a los que operaba el trigo hace ahora una década —verano de 2015—, por citar solo el principal cultivo de Palencia, equivalen en poder adquisitivo a los 220-225 euros de hoy día… ¡Pero va a costar Dios y ayuda que se nos pague el trigo de esta campaña a más de doscientos euros la tonelada!

A nadie se le oculta que la causa principal de los precios de derribo es la masiva importación de grano sin arancel que España efectúa desde 2022 para ayudar a Ucrania a costear la guerra. Somos los líderes de la Unión Europea en ese aspecto por una razón política: el Gobierno no puede prestar más apoyo militar directo, porque algunos de sus socios y apoyos parlamentarios se desmarcarían de esa medida.

UN TRIENIO. Dicho de otro modo, el Gobierno español y la UE llevan un trienio de generosa solidaridad con Ucrania… ¡pero a cuenta del bolsillo de los productores cerealistas españoles! Ellos invitan; nosotros pagamos las rondas.

Para colmo de males (y acabar de aguar la hipotética fiesta de buena cosecha que, en términos de rentabilidad, no es tal), la UE anunció este julio su plan de recortar y desvirtuar la PAC a partir de 2028. La ronda de multiplicar por diez el gasto comunitario en defensa, seguridad y carrera espacial (pasaremos de los trece mil millones de euros del periodo 2021-2027 a más de 130 000 millones en 2028-2034) también la pagan la agricultura y la ganadería; o sea, las bases de la soberanía y seguridad alimentarias de los europeos, así como el pilar del desarrollo y la demografía del medio rural de los países miembros.

Para ir al campo —y a las manifestaciones que se avecinan— tendremos que llevar ropa de camuflaje. A ver si así nos toman en serio.

«A NADIE SE LE OCULTA QUE LA CAUSA PRINCIPAL DE LOS PRECIOS DE DERRIBO DEL CEREAL ES LA MASIVA IMPORTACIÓN DE GRANO SIN ARANCEL QUE ESPAÑA EFECTÚA DESDE 2022 PARA AYUDAR A UCRANIA A COSTEAR LA GUERRA (…) DICHO DE OTRO MODO, EL GOBIERNO ESPAÑOL Y LA UE LLEVAN UN TRIENIO DE GENEROSA SOLIDARIDAD CON UCRANIA… ¡PERO A CUENTA DEL BOLSILLO DE LOS PRODUCTORES CEREALISTAS ESPAÑOLES! ELLOS ‘INVITAN’; NOSOTROS PAGAMOS LAS RONDAS.»