Hace un par de años, un niño de trece años residente en una localidad asturiana, en la que el único menor de edad era él, se hizo viral al afirmar: “Estoy muy bien sólo, no quiero que nadie me toque los cojones”. Cuando leí aquella noticia no me sonrojaré por reconocer que me hizo gracia. Siempre se ha dicho que los niños y los borrachos no mienten, y era tal la convicción de aquel niño que en ningún caso dudé de que sus palabras reflejaran exactamente lo que sentía. El caso es que según ha ido pasando el tiempo cada vez me he ido identificando más con este niño, hasta tal punto en que le he llegado a entender perfectamente. Antes de que alguien me llame soez vaya por delante que soy una persona moderada y comedida en todos los ámbitos de mi vida y en el del lenguaje también, de haber sido yo el hablante seguramente me hubiera acordado más de la nariz que de los órganos reproductivos masculinos pero mis sentimientos serían los mismos, que es lo que cuenta.

Las cosas generalmente no salen bien por azar, generalmente hay que pensarlas bien, ejecutarlas aún mejor y, además, hay que estar convencido de lo que se hace. Todo lo contrario es lo que entiendo que le ha ocurrido a nuestro presidente del Gobierno, Pedro Sánchez: no ha podido pensar en un candidato para ser ministro, no estaba convencido de ello y además se lo han impuesto. Ya se sabe que los impuestos siempre escuecen pero en este caso el tema del ministro de Consumo, Alberto Garzón, se está saliendo de madre porque, además de escocer al presidente, que eso sería lo de menos, está haciendo daño a uno de los pilares de cualquier país que se precie: la alimentación.

Este personaje ministerial no da pie con bola y algo tenemos que hacer, sus ataques continuos contra el sector productor no tienen paragón y hablar mal de España en un medio extranjero es de traca, una muesca más en el historial de inutilidad de Garzón. Con la de intelectos exportados que tenemos por el mundo y tenemos que aguantar a un elemento de este calibre. Como agricultores y ganaderos lo único que podemos hacer es quejarnos, y ya lo hemos hecho en diversas ocasiones, la última con mucho éxito, tal es así que en los días previos a la concentración que realizamos con motivo de la visita de Pedro Sánchez a nuestra capital, el nombre de Palencia se pronunció en España más que en una conversación sobre fábricas de mantas.

Así que ahora, el señor presidente tiene la pelota en su tejado. Puede intentar hacernos creer que un Ministro no habla como Ministro sino como presidente de su comunidad de vecinos, puede tacharnos de exagerados o puede pasar de todo, como el domingo en que nos vio, y bien digo vio porque nosotros no le vimos cuando pasaba con su coche oficial a todo trapo. Me sorprendió que un presidente del Gobierno llegara con antelación a alguna cita, siempre pensé que la agenda de un cargo así estaría más que apretada y todo serían retrasos, pero más me sorprendió que no tuviera la delicadeza de enviar algún emisario para ver por qué habíamos preparado tanto revuelo.

Llevamos varios años teniendo que aguantar que se menosprecie al sector agrario. Ya estamos hartos y los políticos de todo ámbito deben darse por enterados. No queremos que se nos utilice ni que se nos use como experimentos ministeriales, ésos en casa y con gaseosa. Lo único que queremos es hacer lo que sabemos hacer mejor que nadie: producir. Que nos dejen en paz, que nos hagan fácil nuestro trabajo y nos apoyen manteniéndonos lejos de los intereses políticos de unos y otros. Siempre se ha dicho que con las cosas de comer no se juega y es un gran consejo.

Ah, por cierto, sepa el señor presidente del Gobierno que no me he olvidado, otra opción que tiene es cesar al ministro de Consumo y, ya que el ministro Luis Planas no está para defender a la agricultura y a la ganadería, bien podría recolocarlo en el Ministerio de Consumo. Así, callado como acostumbra, no haría lo que tanto enfurecía al niño asturiano -que nos ha dado una lección de sabiduría- y ahora se está dedicando a hacer Garzón.