En este análisis de la ganadería extensiva me quiero centrar en el territorio montañoso y húmedo, en el noroeste español, y en la especie bovina, sin duda la de mayor peso cuantitativo. Es la ganadería de pastoreo la que aprovecha los recursos naturales que de otra forma no tendrían utilidad, no se transformarían en el valor añadido que representa la carne de las especies de abasto, en este caso el vacuno, y por el contrario se convertiría en una masa herbácea y arbórea propicia para desencadenar incendios forestales. Esos incendios que cada año azotan nuestras zonas boscosas y de matorral y que particularmente este verano se han cebado con León, con Asturias y con las provincias vecinas de Galicia. Por eso, por esto último, la ganadería extensiva cumple un fin que va más allá del económico, sin olvidar que también enriquecen un paisaje que no sería el mismo si por el abandono del sector dejamos de ver vacas pastando o tumbadas en el prado cuando ya tienen la panza llena.
Para que la ganadería extensiva tenga futuro, lo primero que se requiere es garantía de cierta calidad de vida de los ganaderos. Pocas “vocaciones” se van a encontrar si hay que estar pendiente de las vacas los trescientos sesenta y cinco días del año y todas las horas del día. Algunos no entienden que las vacas no se pueden pastorear, como hace cincuenta años, y que ahora tienen que pastar libremente en los montes y prados valiéndonos de las cercas, de las alambradas, de los pastores eléctricos, y seguro que en un futuro se generalizarán los cercados virtuales a poco que se perfeccione la técnica y la tecnología. Al no estar el ganadero pastoreando el rebaño de vacas, surge el conflicto con el lobo, con el oso, o con otras especies capaces de atacar a nuestros animales domésticos. Y un descuido puede hacer que un animal invada una carretera o una vía de tren, lo que es motivo de grave sanción administrativa, o lo que es peor, se puede provocar un accidente con responsabilidades económicas e incluso penales.
La actividad ganadera extensiva tiene indudables efectos beneficiosos sobre el medio ambiente, pero no todo el mundo lo ve así. Ya nadie quiere vacas pasando por las calles del pueblo ensuciando ese pavimento tan estupendo, ni moscas en verano próximas a una instalación ganadera, ni mugidos que despiertan a quienes han alquilado una casa de turismo rural, ni montones de estiércol apilados en mitad del campo. El ganadero teme la visita del veterinario de la administración autonómica, la del Seprona, la de la guardería forestal, la del guarda de la Confederación Hidrográfica, la del ingeniero que inspecciona para las ayudas de la PAC, y la del ayuntamiento que cada vez con más frecuencia dicta ordenanzas para hacer la vida imposible a los vecinos ganaderos de toda la vida.
El sector de la ganadería extensiva ha vivido siempre con márgenes tremendamente ajustados. El secreto para funcionar económicamente ha estado en conseguir pastos de cierta calidad a precios razonables y aumentar los censos hasta donde el manejo lo permite. La mayor incertidumbre, por encima de los mercados, la ha tenido el ganadero con la sanidad animal, con esas enfermedades como la tuberculosis, difícil de controlar, que cuando aparecen obligan casi necesariamente a hacer un vaciado completo en la ganadería, y otra vez a empezar de nuevo.
No pienso que la ganadería extensiva esté mal tratada a efectos de las ayudas de la PAC, ni antes, ni ahora, ni pienso que en un futuro próximo. Otra cosa distinta es que el dinero que se percibe debiera de estar todo él vinculado a la vaca, al animal, y no a la superficie sobre la que pasta, pero este es un debate que tenemos perdido. La nueva reforma, la que se planifica para el periodo 2027-2033, va a perjudicar a todo el sector debido a un recorte presupuestario de una magnitud del veintidós por ciento, pero los ganaderos de vacuno extensivo se seguirán beneficiando de una ayuda básica vinculada a la superficie de pastos, de una ayuda asociada vinculada a las cabezas de ganado, espero que también de una ayuda vinculada a programas medioambientales, habrá apoyo específico para razas autóctonas, por razones de tamaño le afectará la modulación y degresividad menos que a agricultores y ganaderos de otros territorios, y se beneficiarán de un mayor apoyo –como se está prometiendo- a zonas desfavorecidas como son todas las zonas de montaña.
La ganadería extensiva, como ocurre con todos los subsectores agroganaderos, tiene que tener cubierto el riesgo de imprevistos que inciden en la economía de la explotación. Para un agricultor es el pedrisco, o la sequía, mientras que para un ganadero son las enfermedades, la muerte de los animales. Por eso hay que apoyar la política de seguros agrarios que impulsa el Gobierno y las comunidades autónomas, reclamando más subvención a la suscripción de las pólizas y, lo que es más importante, mejorando las condiciones técnicas del seguro. El seguro “dulcifica” el golpe cuando se queman animales en un incendio, cuando el lobo o el oso ataca a un animal, cuando un rayo mata varias vacas a la vez, y sobre todo cuando hay una enfermedad infecto contagiosa que obliga al sacrifico de uno, varios o todos los efectivos.
Con respecto al mercado, hay que decir que en este momento la situación es buena, como nunca se había visto. Buena porque los costes de producción están comedidos por la desgracia de que los agricultores venden barato los forrajes y cereales, y buena porque el mercado de la carne atraviesa un momento de precios altos motivado por la escasez de la oferta y el tirón de las exportaciones. La organización comercial del sector es pésima, y no veo forma de mejorarla en un futuro próximo, pues no hay un impulso suficiente en el movimiento cooperativo ni las explotaciones tienen un tamaño que les permita otras formas de comercialización. La desaparición de los mataderos comarcales está impidiendo, o dificultando mucho, ofrecer un producto de cercanía a las carnicerías y a los establecimientos de restauración de las zonas o comarcas ganaderas.
Por último, mí formación veterinaria me lleva a aconsejar, en pro de esa mayor rentabilidad que todo ganadero debe de perseguir, mejoras en la genética con potentes programas de selección, mejoras en la sanidad con prevención y cuidado de las enfermedades, mejoras en el manejo, buenas y funcionales instalaciones ganaderas, óptima mecanización de la explotación y, siempre que sea posible, gestionar con criterios empresariales.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado Fernández, secretario general de ASAJA de León, publicado el 4 de noviembre de 2025 en el suplemento II FORO ANCARES, de Diario de León.


