Achatarrar tractores

El Gobierno acaba de publicar una orden da ayudas destinada a la renovación de tractores y otras máquinas agrícolas, a modo de lo que han sido los diferentes programas impulsados para incentivar la venta de vehículos turismos quitando del mercado los más antiguos.

 Achatarrar tractores

El Gobierno acaba de publicar una orden da ayudas destinada a la renovación de tractores y otras máquinas agrícolas, a modo de lo que han sido los diferentes programas impulsados para incentivar la venta de vehículos turismos quitando del mercado los más antiguos. No es el primer año que se ponen en marcha medidas para la renovación de tractores obligando al peticionario a achatarrar el que va a ser sustituido por el nuevo, unas medidas que nunca han sido demasiado exitosas. De entrada, han nacido con un presupuesto exiguo, por lo que no han pasado de ser un gesto de cara al sector y de cara a la industria de la fabricación y distribución de maquinaria agrícola. Por otra parte, achatarrar un tractor o cierta maquinaria agrícola  no es lo mismo que achatarrar la vieja “C-15”, pues la mayoría de los tractores que están en uso y con la documentación en regla –requisitos indispensables para acogerse a la medida-, suelen tener un valor para el propietario superior a la subvención que se le ofrece por llevarlos al desguace. En las explotaciones agrícolas, los tractores de más años y menor potencia son casi imprescindibles, pues se utilizan para labores auxiliares de forma habitual. Otro inconveniente surge con la falta de certidumbre sobre la percepción o no de la ayuda prometida, porque si bien en el caso de los coches mientras está en vigor se sabe que la van a conceder, y el concesionario lo descuenta directamente al comprar el nuevo, en el caso de los tractores no existe esa certeza. Muchos agricultores, los que no tienen dinero, no se arriesgan a comprar un tractor atraídos por una subvención,  sabiendo que hay muchas probabilidades de que dicha subvención no llegue. Otra cosa sería que funcionase como el resto de subvenciones, es decir, que hubiera un plazo de solicitudes, y después, una vez aprobada la ayuda, un plazo razonable para adquirir el bien y certificar el expediente. Ojalá los obstáculos no sean tantos y, a pesar del mal año agrícola, la medida sea un éxito, porque eso significaría una apuesta por la modernización del campo de nuestra provincia.

* Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 4 de agosto de 2017