Agua de Riaño

Comprendo que algunos cientos de familias leonesas de las que fueron en su día desalojadas de sus pueblos a causa de la creación de un pantano, sigan teniendo un recuerdo de tristeza por haber sido anegado su pueblo, con sus casas, sus tierras y todos sus bienes.

Agua de Riaño

Comprendo que algunos cientos de familias leonesas de las que fueron en su día desalojadas de sus pueblos a causa de la creación de un pantano, sigan teniendo un recuerdo de tristeza por haber sido anegado su pueblo, con sus casas, sus tierras y todos sus bienes. Entiendo también que las indemnizaciones, por generosas que fueran si es que lo fueron, no compensan a casi nadie, y que todo el mundo hubiera querido que le hubiera tocado a otro. Pero dicho esto, todos aquellos pueblos anegados, hace más de treinta años llenos de vida, serían hoy, como los de al lado, pueblos sin gente y sin actividad económica, pueblos sin oportunidades donde agotan sus últimos años los pocos jubilados que todavía resisten. Digo esto estos días que tanto se ha vuelto a hablar de Riaño, cosa que me parece bien que se hable, pero sería más equilibrado si se hiciera desde más de un punto de vista. Por ejemplo, mucho bien le harían al pueblo y a la comarca si, quienes tienen altavoces mediáticos para hacerlo, hablaran bien del nuevo Riaño, de un pueblo bonito, moderno, en un paraje único, donde se puede pasar una estancia muy agradable viendo un mar de agua que cada año se convierte en progreso en nuestra provincia. Y es aquí, en lo que de progreso supone el agua de nuestros pantanos, de todos nuestros pantanos, donde los agraristas no insistimos lo suficiente o al menos no somos capaces de contrarrestar los análisis simplistas de otros que creen que se puede vivir solo del aire que respiramos. El agua empleada en el regadío genera en nuestra provincia recursos por valor de más de  trescientos millones de euros y una actividad indirecta en medios de producción de al menos otros doscientos millones. No quiero ni pensar lo que sería esta tierra nuestra sin minas, sin industrias, sin servicios y también sin agricultura. Porque, no nos engañemos, sin agua la agricultura no existe, y para que haya agua cuando se necesita, hay que almacenarla cuando sobra. Esto es muy elemental, pero no todo el mundo lo entiende. Incluso hay leoneses que no lo entienden.

Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 14 de julio de 2017