Ausencias injustificadas

Vaya por delante mi postura de absoluto desacuerdo con el impuesto a las bebidas azucaradas que ha aprobado el Gobierno y que está pendiente de su desarrollo reglamentario.

Ausencias injustificadas

Vaya por delante mi postura de absoluto desacuerdo con el impuesto a las bebidas azucaradas que ha aprobado el Gobierno y que está pendiente de su desarrollo reglamentario. Dicho esto, no entiendo muy bien el posicionamiento frentista del Gobierno de Castilla y León para con el del Estado, respecto a este tema, cuando sobre otros asuntos más trascendentes e igual o más injustos, se muestra condescendiente, o al menos no tan belicoso. Da la sensación de que han elegido un asunto que aparentemente parece menor, para dar un toque de atención a un gobierno de igual signo político, en vísperas a un congreso del partido político que lo sustenta, dejando en mal lugar a dos ministras de Castilla y León y a un vicesecretario del PP también de esta tierra. Pienso que esta reacción airada responde a batallas políticas internas, aunque eso no resta razones para oponerse a una norma recaudatoria injusta y por lo tanto no invalida el manifiesto de rechazo que, por invitación del ejecutivo autonómico, han firmado las partes afectadas, entre otras las organizaciones profesionales agrarias. Y dentro de las partes invitadas a firmar el documento que afea la decisión del Gobierno, llama mucho la atención la ausencia de los sindicatos de clase UGT y CCOO. Porque, en todo esto, si algo está en juego son las propias fábricas azucareras, y por lo tanto los puesto de trabajo que de forma directa e indirecta dependen de la actividad de las mismas. Si el impuesto al consumo de azúcar reduce la demanda y por lo tanto resta competitividad al sector, es verdad que el primer castigado es el propio agricultor remolachero, pero no es menos cierto que el agricultor siempre podrá optar por otro cultivo más o menos rentable. Quién no tendrá alternativa es el trabajador de las fábricas al que le reduzcan los derechos laborales, o simplemente le pongan en la calle porque deje de ser necesario al bajar la carga de trabajo. El impuesto, más que contra la remolacha, va contra el empleo, de ahí las ausencias injustificadas de los sindicatos de los trabajadores.

Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 16 de diciembre de 2016.