La consejera de Agricultura, Milagros Marcos, citó a los medios de comunicación de la provincia el pasado miércoles en la gasolinera de Gavilanes de Órbigo como punto de partida para una visita a fincas de lúpulo. Hay que decir que una visita similar estuvo programada para el pasado año a finales de agosto, coincidiendo con la campaña de recolección, y que la suspendió repentinamente al caer la tarde anterior una gran tormenta de granizo que dejó asolada la zona, lo que viene a ser una prueba más de que los políticos están para cortar cintas, para pregonar fiestas, y no para acompañar a los ciudadanos cuando estos tienen serios problemas. Pero a lo que vamos, que me salgo del surco. De lo que quiero escribir, inspirado por la cita a la prensa de la Consejera, es del fenómeno en el que se han convertido las gasolineras rurales como lugares de encuentro, como centros de ocio, sustituyendo o al menos complementando a esos bares de los pueblos venidos a menos. Hoy en muchas zonas rurales si quieres encontrarte con alguien tienes que ir al bar de la gasolinera, y así ocurre en Gavilanes de Órbigo, en Hospital de Órbigo, en San Román, en la legendaria de Mansilla de las Mulas, en Castrocalbón, en Truchas, en El Burgo Ranero, en Villamañán, y en tantos y tantos sitios de nuestra provincia. Hay incluso gasolineras con bar donde no voy a decir que se pida el carné de socio o simpatizante ideológico, pero casi, como ocurre en la conocida como “herriko taberna” de Cabreros del Río. Estas gasolineras en las que ya hay hasta una especie de supermercado para las compras más urgentes, donde se puede encontrar la prensa diaria, y donde te sirven un café o al menos te lo sacas de la máquina, es justo lo contrario de esas otras que se plantan peladas en la mitad de una carretera o polígono industrial y donde tienes que servirte solo y pagar con la tarjeta porque están desatendidas, no tienen personal. Defiendo las gasolineras rurales con sus bares, unos lugares de reunión que dan vida a los pueblos y comarcas.
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 21 de septiembre de 2018.