DOÑA JULIANA LA AGRICULTORA

Recientemente se publicaba en la prensa nacional la esquela de una señora, doña Juliana, de la que se destacaba su ocupación laboral de agricultora.

DOÑA JULIANA LA AGRICULTORA
 
Recientemente se publicaba en la prensa nacional la esquela de una señora, doña Juliana, de la que se destacaba su ocupación laboral de agricultora. Era en el periódico donde se anuncian los fallecimientos de las personas de la más alta alcurnia, por lo que la esquela de nuestra agricultora compartía página con la de funcionarios de la escala superior, altas graduaciones de los cuerpos y fuerzas de seguridad, miembros de  la nobleza, y profesionales de oficios liberales. Seguro que doña Juliana, que por los antecedentes debió de morir mayor, no tenía un concepto de la agricultura como el que tiene mi señora madre o tuvieron mis abuelas, pues tiene toda la pinta de que poseía grandes fincas y que el trabajo en el campo lo hacían otros. Pero no le restaré yo mérito a alguien  deja escrito que a su fallecimiento conste en la esquela que era agricultora. Porque desde los tiempos en los que pudo nacer doña Juliana, hasta casi el día de hoy, la profesión de agricultor no es sinónimo de éxito en la vida ni consideración social digna de mención.
 
Lo sacrificado de este trabajo de agricultor, la escasa satisfacción económica que daba, y la poca formación de la mayoría de nuestros agricultores, eran motivos suficientes para el desprestigio del oficio. Pero hoy las cosas han cambiado. En lo de ser o no una profesión rentable, hay de todo, pero en general, quién se lo trabaja y tiene un poco de suerte, vive dignamente de ello. Las labores agrarias son hoy más cómodas y llevaderas, y salvo excepciones, las jornadas de trabajo son equiparables a las de otras profesiones. Y en cuanto a la formación y la cualificación, nuestros agricultores y ganaderos no tienen nada que envidiar a los trabajadores de la industria y los servicios. Se han desterrado los viejos estereotipos y hoy la imagen del agricultor se asocia con la de un ciudadano cualquiera, de los que te puedes cruzar por la calle, que maneja maquinaria de última tecnología para producir alimentos y se mueve con soltura por la vida. Ahora no, pero antes, presumir de agricultor era de valientes.
 
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 31 de enero de 2014.