Ha venido la presidenta de la Confederación Hidrográfica de Duero a criticar a todos los responsables de la política municipal que durante un siglo se han preocupado de canalizar el río Bernesga a su paso por la capital, y nadie le ha dicho nada.   Supongo que la alternativa a las obras que se han hecho en ambos márgenes del río, con muros de contención de tres o cuatro metros de altura en hormigón armado, sería retranquear las casas algunos centenares de metros, en ambos márgenes, y aún así andaríamos a carreras un año sí y otro también cuando llegan las crecidas de invierno. Tan siquiera el embalse de Casares, de la friolera de treinta hectómetros cúbicos, que se construyó pensando en la capital y no en el medio rural, es suficiente para prevenir avenidas como las que todos conocemos. Otra cosa son las pasarelas mal dimensionadas para vergüenza del ingeniero responsable, o que se pretendiera en su día hacer una playa fluvial y un embarcadero de recreo, o una mini central eléctrica que no ha servido para nada.  Acertadamente o no, en la última gran actuación sobre el río, con escolleras por ambos lados y un paseo verde, no estaba prevista una vegetación arbórea o arbustiva como la que ahora presenta y que amenaza con invadir el cauce. Si se aplica el criterio de la Confederación de no intervenir en el cauce de los ríos, como nos hace en todos y cada uno de nuestros pueblos, esa impresionante masa forestal seguirá creciendo y creciendo hasta que tapone el cauce y reviente por donde tenga que reventar. Las consecuencias de tener los ríos abandonados justificándolo en que esa es una buena praxis, lo estamos viendo y sufriendo en las últimas décadas, y viene paralelo a esa despoblación y cambio de hábitos, a ese abandono de las tierras más marginales en las riberas de los ríos, y a la no necesidad de aprovechar la madera y la leña que crece en los cauces. Mucho me temo que los funcionarios ecologistas que ahora dirigen la Confederación son peor que los anteriores  y así se les juzgará, pero será tarde, y del daño no responderán ni ellos ni sus herederos.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 6 de agosto de 2021.