EL ÁRBOL CAÍDO

Me refiero a un árbol que da nombre propio a una cadena de distribución de alimentos que estos días se vendió al precio de un euro.

EL ÁRBOL CAÍDO 

Me refiero a un árbol  que da nombre propio a una cadena de distribución de alimentos que estos días se vendió al precio de un euro. Y no debió de ser fácil encontrar comprador – aunque fuera pagando el precio simbólico de un euro- dispuesto a hacerse cargo de los miles de empleados, de los cientos de tiendas, y de los 150 millones de deuda arrastrada después de varios ejercicios cerrados con dificultades. Esta venta de El Árbol al grupo DIA, es la consecuencia de un fracaso para crear una gran cadena de distribución alimentaria con domicilio y capital de Castilla y León, aventura en la que se embarcó la Junta de Castilla y León utilizando como instrumento a las cajas de ahorro a través del Grupo Madrigal. Y hay que decir que la idea fue buena, y que se apoyó por las fuerzas políticas, económicas y sociales de Castilla y León, y en particular por las que representan al sector agroalimentario.  Se pensaba que podía darse una mayor sensibilidad para entenderse con nuestros agricultores, con nuestras industrias agroalimentarias, con nuestros artesanos alimentarios, para colocar en los lineales, a precios competitivos para todas las partes, los muchos productos de calidad que se producen en nuestra tierra. Pensaban, pensábamos, que El Árbol era un buen escaparate para la promoción y venta de nuestros productos no ya solo en Castilla y León, sino también y sobre todo en otras regiones de España donde la cadena se había expandido a base de compras o asociaciones con otras distribuidoras. 

Pienso que El Árbol no tuvo nunca una etapa brillante, ni en la gestión empresarial ni en el servicio al consumidor, ni tampoco con relación a sus proveedores de Castilla y León. De poco han servido los préstamos casi políticos que le han dado, las inyecciones de capital en momentos de agobio financiero y los convenios favorables con algunas instituciones. El proyecto ha fracasado y de lo que hay que alegrarse es  que quienes hayan perdido sean las entidades financieras y no los clientes y proveedores. Los directivos, a buen seguro, se han llevado lo suyo. 

Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 4 de julio de 2014.