La política adoptada por Europa, Estados Unidos, y una mayoría del resto de gobiernos del mundo, de imponer severas sanciones comerciales a Rusia por su invasión al vecino país de Ucrania, es una decisión muy acertada y quizá la única posible. Ante la magnitud del daño en vidas humanas, el daño a las economías de todo el mundo, y el daño al orden mundial establecido, el embargo a Rusia tiene que convertirse en un cierre total de fronteras para aislarle del resto de la civilización. Porque siendo cierto que se trata de una potencia económica mundial, en gran parte debido a su riqueza energética y en minerales, es difícil romper con una economía globalizada sin que ello se traduzca en un empobrecimiento del país que le puede llevar al ostracismo en las próximas décadas. Europa, si se quiere la Unión Europea, debe de pilotar un embargo mundial sostenido en el tiempo que haga que la población rusa y la clase empresarial influyente se cuestione el apoyo a un sátrapa, Vladímir Putin, que le conduce literalmente a la ruina. Y este embargo, no  nos engañemos, va a tener también consecuencias económicas nefastas para las economías del resto del mundo y por lo tanto para el bolsillo de todos los españoles, pero es el precio que hay que pagar, y hay que pagarlo por mucho que nos duela. Y esta Unión Europea que ha vivido la escisión de uno de sus miembros, el Reino Unido, en una decisión que  no por soberana deja de ser equivocada, debería de ser sensible para abrir las puertas a una Ucrania que quiere estar con la Europa de las libertades, de la democracia, del progreso, y de la solidaridad. Cuando finalice la guerra, que tendrá que finalizar algún día, y nos encontremos un país destruido, empobrecido, y con una población sumida en el desánimo, Europa tendrá que ser necesariamente generosa para su reconstrucción, algo que se hará mejor si la hemos convertido en socio de pleno derecho. Mientras tanto, seamos generosos con los refugiados y permitámosle trabajar en España, que en sectores como el campo o la hostelería, además los necesitamos.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en la Nueva Crónica del viernes 4 de marzo de 2022