INTERESES ESPURIOS LLEVARON AL ACUERDO DEL GASÓLEO AGRÍCOLA

Hace unos días, en plena negociación de las organizaciones agrarias con el Gobierno para buscar una solución a los problemas del gasóleo, el consejero de Agricultura de la Generalitat catalana echó un rapapolvos a las organizaciones agrarias Coag y Upa por ser de izquierdas y estar apoyando a la derecha.

Intereses espurios llevaron al acuerdo del gasóleo agrícola

José Antonio Turrado*

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ace unos días, en plena negociación de las organizaciones agrarias con el Gobierno para buscar una solución a los problemas del gasóleo, el consejero de Agricultura de la Generalitat catalana echó un rapapolvos a las organizaciones agrarias Coag y Upa por ser de izquierdas y estar apoyando a la derecha. Es la interpretación que hacía este buen hombre a la postura de estas organizaciones agrarias que no terminaban de firmar un acuerdo con el Gobierno, a cualquier precio, y por tanto permitían el desgaste político del PSOE. Y cuánto me temo que hay mucha gente en la política que entiende el sindicalismo, en este caso el sindicalismo agrario, como un instrumento al servicio de los partidos políticos, y cuánto me temo que hay dirigentes sindicales que entienden las organizaciones agrarias como instrumentos de defensa de ideologías, cuando no de intereses personales, o ambas cosas a la vez.

El acuerdo sobre el gasóleo al que llegaron el pasado miércoles día 7 las organizaciones agrarias Coag y Upa con el Gobierno, no es defendible desde el sector ni por su contenido ni por las formas como se produjo. Las medidas acordadas son escasas, muy escasas, y además tienen trampa, lo que las convierte en un «engaña bobos». Por si fuera poco, la más importante de todas se pondría en marcha en el año 2009, cuando no sabemos si nos va a gobernar la izquierda o la derecha, ni con qué apoyos, pero que con toda seguridad será un gobierno distinto del actual, en otra coyuntura económica y política, y a saber cómo pintan las cosas en Europa en ese momento. Así que el firmar la supresión del impuesto de hidrocarburos a partir del 2009 es una fantasía semejante a ofrecer trabajo con buenos sueldos para todos. Menos mal que por la tozudez de ASAJA se consiguió abrir el melón del IVA y compensar con un punto a los agricultores y con medio a los ganaderos en la venta de los productos, y lástima que por la prisa en llegar a acuerdos con el poder se haya perdido la oportunidad de acercarnos a niveles de apoyo similares a los que en este sentido se consiguieron en el último acuerdo del gasóleo que firmó ASAJA, hace cinco años, cuando el problema era la mitad del actual.

Nuestros amigos de Coag y Upa, que dicen defender a los pequeños, algo así como a los «sin techo» de la agricultura, se jactan de haber conseguido medidas de desgravación fiscal que van a suponer millones y millones de euros para el sector. Debe ser que los agricultores de estas organizaciones agrarias, por supuesto los de ASAJA no, tienen bases imponibles tan altas, incluso los años de malas cosechas como el actual, que las medidas de desgravación fiscal le suponen un importante ahorro. Y debe de ser que han cambiado tanto las cosas que ahora el PSOE está preocupado por las declaraciones de la renta de las familias con más posibles. Todo esto es como si se reforma la Ley del IRPF mejorando la fiscalidad de las rentan más altas, y se le va a vender la medida a los jubilados del campo que juegan la partida en el teleclub de Ataquines en la provincia de Valladolid.

Respecto a las formas, Coag y Upa han perdido la vergüenza y la compostura. Movilizan a los agricultores cuando tenían decidido que iban a aceptar lo ofrecido por el Gobierno antes de la convocatoria de manifestaciones, aunque quizás esto explique que en la manifestación conjunta del día 30 de noviembre la inmensa mayoría de los convocados fuesen de ASAJA. Rompen la unidad del sector y crean una herida difícil y larga de cicatrizar con la organización mayoritaria, que es ASAJA, impidiendo no ya sólo mejorar un acuerdo que tenía todas las probabilidades de poderse mejorar, sino impidiendo actuaciones conjuntas en un futuro próximo para otras cuestiones de política agraria. No olvidemos que mientras Coag y Upa rompían la unidad de acción sindical, los agricultores alemanes y franceses se movilizaban en defensa del sector de cara a las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio.

No tenemos duda alguna en ASAJA de que el Gobierno ha comprado con dinero y con favores políticos el acuerdo con Coag y con Upa. Ha sido más fácil presionar políticamente y poner miles de euros en subvenciones para las organizaciones, que atender a los agricultores con medidas eficaces que paliasen en parte los efectos de los elevados costes del gasóleo y los fertilizantes. A la voz de «hay que apoyar a los nuestros», como reclamaba el consejero de Agricultura de la Generalitat, los dirigentes de Coag y Upa han demostrado no ser dignos de la representación que ostentan. Por el contrario, han demostrado que lo único que les importa es su estómago agradecido, y quizás allanar el camino para tener un prometedor futuro a modo del que se procuró el compañero Fernando Moraleda.

Gobierno y organizaciones esquiroles lanzarán una campaña contra ASAJA para desacreditar la postura de profesionalidad y coherencia que hemos mantenido. Pero poco daño pueden hacernos a quienes hemos demostrado que nos guían intereses profesionales, a quienes hemos demostrado que no nos interesa la política, y a quienes hemos demostrado que podemos entendernos con cualquiera cuando se trata de la defensa del campo. El reciente acuerdo con el ministro de Trabajo, Jesús Caldera, a propósito del Régimen Especial Agrario de la Seguridad Social, es un ejemplo claro de que ASAJA y sus dirigentes no entienden de colores políticos en el ejercicio de su responsabilidad en la defensa del sector.

Nunca un gobierno lo había hecho peor en agricultura, y también es verdad que nunca tuvo tantos apoyos del sector, al menos en número de organizaciones, aunque no tanto en representados. La Coag, la Upa, y las cooperativas, han apoyado sin condiciones al ejecutivo en el conflicto del gasóleo, pero también en la reforma de la remolacha, en la aplicación de la PAC, en el plan lácteo, y en la política hidráulica, por poner los más llamativos ejemplos. Con anteriores gobiernos, el enemigo estaba en Atocha. Con este Gobierno, el enemigo mayor lo tenemos en casa: lo tenemos en los dirigentes de Coag, de Upa y de las cooperativas.

 

León, 9 de diciembre de 2005

*Secretario general de ASAJA de Castilla y León