No sé cuántos Julián Rodríguez habrá en nuestra provincia, pero yo rindo hoy homenaje al fundador y hasta hace poco dueño de la empresa Mafrile, dedicada a centro de sacrificio y despiece de canales de ovino, mayormente lechazos. Es persona conocida en toda la provincia en el mundo de la ganadería de ovino, luchador en el trato por el último céntimo de euro, cumplidor en lo pactado y por supuesto buen pagador, pagador en billetes atados con la goma  mientras fue posible. Como buen empresario ha alargado su vida laboral hasta casi el límite, seguro que ya metido en los ochenta, y lo ha hecho porque la gente de su condición disfruta haciendo lo que siempre ha hecho al margen de necesitar o no el dinero, o al margen de poder seguir ganándolo de forma más cómoda que la de estar a pie de cañón en la empresa y llevarse las preocupaciones de gestionar clientes, gestionar proveedores, gestionar personal, y pelearse con los inspectores de las distintas administraciones.  Sin empresas agroalimentarias la actividad agrícola y ganadera no sería posible, y cuando las empresas tienen un dueño, una cara conocida, una persona que está todos los días al frente y resuelve lo que surja, eso es de agradecer, porque lo contrario es una multinacional con un CEO que trabaja para quién más le paga. Julián se ha jubilado, parce ser, y Mafrile tienen un nuevo dueño, de fuera de León, que en principio está apostando por dar más actividad al negocio, lo que ya es una suerte, pues algunos compran empresas para cerrarlas. Nada le gustará más a Julián que haber acertado con el comprador para que su empresa crezca, para que los ganaderos proveedores del negocio consigan buenos tratos, para que sigan teniendo garantías de cobro, y para que los restaurantes y carnicerías puedan seguir comprando lechazo de calidad producido en León. Mucha salud Julián, que es lo mejor que en estas circunstancias se te puede desear, y sigue siendo duro  y correoso en los tratos, que no son edades para cambiar, y no salgas de casa sin la corbata, que a ti te pinta.

*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 13 de enero de 2022