LA LECHE COMO SOLUCIÓN AL HAMBRE

La FAO, ese organismo de Naciones Unidas un tanto inútil y caro donde recalan en busca de retiro dorado políticos y altos funcionarios de los países miembros – como lo intentó en su día el ex ministro Moratinos-, ha publicado un libro sobre el “papel de la leche y los productos lácteos en la alimentación humana”.

LA LECHE COMO SOLUCIÓN AL HAMBRE
 
La FAO, ese organismo de Naciones Unidas un tanto inútil y caro donde recalan en busca de retiro dorado políticos y altos funcionarios de los países miembros – como lo intentó en su día el ex ministro Moratinos-, ha publicado un libro sobre el “papel de la leche y los productos lácteos en la alimentación humana”. Sus recomendaciones me han retrotraído a nuestra vida en los pueblos de la provincia de León hace ahora medio siglo, pues eso que ahora recomiendan para llevar a los países pobres, es lo que  ocurrió en el medio rural leonés cuando el país se empezaba a recuperar de la zozobra de  posguerra.
 
Son suficientemente conocidas las cualidades nutricionales de la leche, o al menos nos las imaginamos, por lo que podemos quedarnos con que es un alimento casi completo, y por supuesto es un lujo para quienes viven en la pobreza. Constata la FAO que es un alimento caro para las economías de los países pobre, y apunta como solución, sobre todo en el medio rural, que se fomente la ganadería, incluso de autoconsumo, para asegurarse esta producción. Y no puedo estar más de acuerdo, porque dice mi madre que con un año de vida dejé de llorar el día que mi padre vino a comprar una vaca “ratina” al mercado de ganados de León.
 
Apunta además la FAO que cundo se ordeñan vacas, cabras, u otros animales lecheros, los campesinos “tienen dinero en mano todos los días para las necesidades inmediatas de la familia, y eso te cambia la vida”, algo que no ocurre con la venta de las cosechas agrícolas que son anuales. Esto ya no es necesario que me lo haya contado mí señora madre, lo vi y viví cuando a los pocos años de comprar aquella vaca “ratina” aumentamos la cuadra con alguna vaca “pinta” – técnicamente frisona- y compramos la primera ordeñadora. La leche era como una nómina, poco o mucho se cobraba todos los meses,  era con lo que se pagaban los gastos de la familia, con lo que modernizamos el campo, y con lo que muchas familias, como es mi caso, pudieron estudiar a sus hijos.
 
Hace cincuenta años empezamos con una ganadería de subsistencia que nos quitó muchas necesidades. Llegaron después las fábricas lecheras y la comercialización desembocó en un sector muy profesional del que hemos vivido decenas de familias leonesas. Si aquí  funcionó, funcionará también en el Tercer Mundo.
 
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica  del viernes 29 de noviembre de 2013.