Leche de vaca

Hay un debate, francamente con poco recorrido, sobre la conveniencia de flexibilizar la normativa sanitaria para permitir la venta de leche a particulares en la propia granja

 Leche de vaca

Hay un debate, francamente con poco recorrido, sobre la conveniencia de flexibilizar la normativa sanitaria para permitir la venta de leche a  particulares en la propia granja. Una variable de esto sería la venta de leche fresca a “jarreo” por las puertas. Esto último lo recuerdo de mis primeros años de estudiante en la capital, y de lo primero fui protagonista directo como expendedor. Por ahora, en los meses de verano, era habitual surtir de leche a las familias que pasaban las vacaciones en el pueblo, esas vacaciones de antes de al menos treinta días. No creo que esto fuera buen negocio, pero se hacía por amistad, por lazos familiares, y porque antes en los pueblos solíamos hacernos todos favores mutuos. Hace cuarenta años no había los medios que hay ahora para ordeñar higiénicamente las vacas ni para conservar la leche a bajas temperaturas sin interrumpir la cadena del frío, ni la cabaña ganadera tenía el estatus sanitario que tiene hoy día, ni se era tan escrupuloso respetando los plazos de espera tras el uso de antibióticos u otros medicamentos. Pero bueno, como no había ánimo de fraude ni de lucro desmedido, vendíamos a pie de cuadra la leche a los turistas del pueblo en las mejores condiciones posibles, y estos apreciaban un producto natural y distinto, que le recordaba su infancia, y que era infinitamente mejor que el que por entonces proporcionaba una industria láctea que no estaba muy fina en los tratamientos que daba al producto. Hoy la venta de leche en la explotación no tiene sentido. Al consumidor le cuesta adaptarse a un producto natural con una composición –sobre todo en grasa- distinta a la leche del “tetrabrik”; en la mayoría de los pueblos no hay cuadras y si las hay están alejadas del núcleo urbano; y la relación entre vecinos no es ya de tanta cercanía como para tomarse las molestias de despacharle leche a cambio de ganar unos céntimos en esos pocos litros, pues son calderilla. Supongo que el debate surge porque en Europa todavía hay países -en el Este- con un modelo productivo similar al nuestro de hace cuarenta años.

*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 28 de julio de 2017.