LEÓN Y VALLADOLID, CADA VEZ MÁS SEPARADAS

Llevo ya más de dos décadas viajando frecuentemente a Valladolid por asuntos relacionado con la representación que ostento dentro de la organización agraria ASAJA.

León y Valladolid, cada vez más separadas

Llevo ya más de dos décadas viajando frecuentemente a Valladolid por asuntos relacionado con la representación que ostento dentro de la organización agraria ASAJA. Si hace veinte años había un cierto paralelismo entre León y Valladolid y una cierta rivalidad donde mas o menos nos tratábamos de igual a igual, las cosas hoy día son diametralmente opuestas. Valladolid se ha distanciado de León por la senda del crecimiento urbanístico, poblacional, de servicios, industrial y hoy es una de las grandes ciudades españolas se mire desde el punto de vista que se quiera. No creo que este crecimiento de Valladolid se esté debiendo sólo al centralismo de nuestros gobernantes y que toda esta expansión como gran ciudad haya sido a consta de haber legislado contra los intereses de otras, entre ellas de León. Mas bien pienso que con el estado de las autonomías, y por más que Castilla y León siga sin tener capital reconocida, Valladolid se ha convertido en el centro administrativo y de los negocios de la región más extensa de Europa. Con el centralismo político ha llegado el administrativo, con éste los funcionarios, detrás la construcción y los servicios, por añadidura las empresas y todo a la par que unas infraestructuras en comunicaciones que en el mejor de los casos están tardando más en llegar a los extrarradios de la región. Pero además Valladolid es centro de la vida política, social, económica y cultural de la región, y no hace falta tirar de estadísticas para darse cuenta de que acontecimientos que en León u otras capitales son extraordinarios, casi forman parte de la vida cotidiana en la ciudad del Pisuerga.

Los leoneses que viajamos a Valladolid asiduamente desde hace años, y venos las diferencias entre ambas ciudades y los cambios que en la «capital de la región» se producen casi cada mes, podemos contrastar este cambio con el paisaje inalterable a lo largo de los casi ciento cincuenta kilómetros de carretera que nos separan. Me explico. Hace veinte años la carretera que une o mejor dicho separa ambas ciudades, tenía ya un trazado casi idéntico al actual si exceptuamos un pequeño ensanche de la misma en algunos tramos y la circunvalación de Mansilla de las Mulas. En veinte años la misma carretera, con las mismas curvas, con los mismos cruces de poblaciones, pero con más tráfico, más controles de velocidad y consiguientemente aumentando en más de media hora, salvo para los vehículos oficiales que van como rayos, la distancia entre ambas ciudades. Nada como esta carretera puede contribuir tanto al rechazo que los leoneses sentimos hacia una estructura política y administrativa que no gobierna para la periferia. Si en veinte años no se ha hecho nada para acortar la distancia física entre ambas ciudades es que queremos que estas dos ciudades y sus gentes sigamos estando lejanas y no nos integremos en lo que debería de ser un sentimiento de región.

Pero además de una carretera infame, entre un punto y otro del viaje, y estoy hablando de ciento cincuenta kilómetros, nada ha cambiado en los últimos veinte años. Las mismas industrias en Valdelafuente que no pasan de almacenes y concesionarios de vehículos, alguna sucursal bancaria en los pueblos que atraviese la carretera, y algún restaurante cerrado o reconvertido en club de alterne. Ni una industria que merezca la pena resaltar, unos pueblos con menor esplendor del que tuvieron en su día, y unos campos con los mismos cultivos pero con bastante menos ganadería. Son ciento cincuenta kilómetros donde parece que se ha parado el reloj del tiempo, donde si alguien que hubiese hecho el recorrido en 1985 y ahora volviese no notaría cambio alguno. Bueno, si el visitante fuese muy observador se daría cuenta que al entrar en la provincia viniendo de Valladolid había un cartel que colocó Jaime González, entonces consejero de Agricultura, anunciando los nuevos regadíos de Riaño y ahora ese cartel ya no está, ha desaparecido, pero los regadíos veintidós años después tampoco existen.

Y cuando se empieza a ver algún cambio en estos ciento cincuenta kilómetros, es en la parte vallisoletana y no en la leonesa. Lo más pujante hoy de esta carretera está en la localidad de Villanubla que además de tener un aeropuerto de primera está desarrollando un gran polígono industrial y una atractiva zona residencial. Así pues, León y Valladolid son dos ciudades que se siguen dando la espalda y que en vez de crear sinergias y crecer a ritmo acompasado, por culpa de los políticos siguen separadas por una gran llanura de trigales que atraviese una vieja carretera de ciento cincuenta kilómetros que no responde ni a los tiempos ni a los legítimos intereses de los leoneses. Y mucho menos a los intereses de los leoneses que por su profesión o sus negocios necesitan que León y Valladolid lejos de separarse estén cada vez más cerca.

Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Crónica El Mundo del 23 de marzo de 2007.