LOS ALCALDES LA QUERÍAN

Utilizaré el privilegio de escribir esta columna para dejar sobre papel el aprecio personal y por lo que represento a la fallecida Isabel Carrasco

LOS ALCALDES LA QUERÍAN

 

Utilizaré el privilegio de escribir esta columna para dejar sobre papel el aprecio personal y por lo que represento a la fallecida Isabel Carrasco. Nunca le pedí nada digno de mención, ni ella a mí. Por eso el aprecio es sincero, desinteresado, fundado en el convencimiento de que era una gran trabajadora, con firmes convicciones, rigurosa, exigente, resolutiva y honrada. Sin esto último, a mí personalmente todo lo demás me sobraría. Era su autoridad moral la que dejaba fuera de juego a muchos de los que, a un nivel muy alto o de simple funcionariado, discutían sus  decisiones, que por supuesto no todas serían acertadas. Me es más fácil glosar su indiscutible éxito en la gestión de la Diputación, que afortunadamente la cambió hasta en lo estético, pero de eso ya se encargarán los alcaldes que han quedado huérfanos de una presidente que les escuchaba, que los recibía, que iba a los pueblos, que cumplía lo que prometía, que los valoraba políticamente, que les hacía sentirse importantes y que puso en valor el municipalismo. Y lo harán la mayoría de los funcionarios que trabajan cada día conocedores de que son servidores públicos, a los que el rigor de Isabel Carrasco no les cambió su vida porque ya cumplían con el  deber, pues su obsesión era hacer trabajar a los vagos e incompetentes.

 

El auténtico gran vacío que deja Isabel Carrasco en política es como presidenta del Partido Popular, porque es el cargo más difícil, sobre todo en una provincia tan complicada como la nuestra. Sin cubrir con éxito esa plaza no se ganan elecciones, no se accede a las alcaldías, y lo que es más importante, no se gana el respeto de las estructuras superiores del partido ni de los altos cargos que ocupan los ministerios. El Partido Popular de León era relevante a nivel nacional y sobre todo lo era en Castilla y León, y estaba llamado a jugar un papel decisivo en la sustitución natural de Juan Vicente Herrera. Hoy, los militantes son los mismos, pero tendrán que elegir una cabeza visible a la que respeten los de dentro si quieren que la respetemos los de fuera. Y esa tarea, se me antoja muy complicada.

 

Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 16 de mayo de 2014.