No sería justo atribuir sólo a los agricultores y ganaderos el éxito que va a tener la manifestación que se va a celebrar en Madrid el próximo domingo día 20, pero no es menos cierto que sería impensable una movilización de estas características sin la fuerza de convocatoria y los medios humanos y materiales de las organizaciones profesionales agrarias, cada una en su medida. Y es que esta protesta trasciende a lo que son las viejas reivindicaciones de agricultores y ganaderos cuando nos quejamos de lo poco que valen nuestros productos, de lo mucho que nos cobran por los medios de producción, de las trabas que nos ponen las administraciones públicas para ejercer nuestra profesión en el trabajo de cada día, de las rentas altas que pagamos, de la presión fiscal a la que estamos sometidos, o de la inseguridad que nos provoca un clima imprevisible y caprichoso. Esta manifestación, en la que participarán otros colectivos como el de los cazadores o el de los pescadores, o el mundo del toro, por poner algún ejemplo, pretende también ser un acto en defensa del medio rural en el sentido más amplio, de una forma de vida cada vez más minoritaria. Porque los ataques al medio rural se producen cuando el Gobierno legisla para proteger al lobo y no para proteger a los ganaderos, cuando el Gobierno desprestigia a nuestros productos cárnicos  en los mercados exteriores, cuando se nos ponen todo tipo de cortapisas para aprovechar el agua para riego, cuando se permite a las grandes empresas expropiarnos para poner placas fotovoltaicas, cuando se llevan las normas urbanísticas al extremo y se frenan proyectos interesantes, cuando se retrasa la llegada de Internet de altas prestaciones, cuando se prohíbe la práctica de la caza o la pesca, cuando notamos la falta de seguridad ciudadana porque no hay efectivos suficientes de la Guardia Civil, cuando no podemos ponernos enfermos porque el médico ya no pasa por el consultorio,  cuando el transporte público ha dejado de prestarse porque no es rentable, cuando la entidad bancaria cierra y no deja ni el cajero automático.

*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 18 de marzo de 2022.