NO PERMITIREMOS QUE NOS CIERREN NI UNA GRANJA

Después de ya años pidiendo a la Junta una regularización de las explotaciones ganaderas en cascos urbanos que no disponen de licencia de actividad, se nos ha presentado un borrador de decreto con el que estamos en el más absoluto desacuerdo.

opinión

NO PERMITIREMOS QUE NOS CIERREN NI UNA GRANJA

José Antonio Turrado*

Después de ya años pidiendo a la Junta una regularización de las explotaciones ganaderas en cascos urbanos que no disponen de licencia de actividad, se nos ha presentado un borrador de decreto con el que estamos en el más absoluto desacuerdo. Y estamos en absoluto desacuerdo por varias razones, pero que se resumen en una sola: la Junta considera a los ganaderos, en vez de cómo dinamizadores del medio rural y por tanto sector a proteger, como un sector que molesta a los demás, que impide el desarrollo de los pueblos, y por lo tanto hay que ponerles trabajas y cortapisas para que vaya desapareciendo.

Quieren regularizar las explotaciones, pero sólo las de economía de subsistencia y no las de los ganaderos profesionales. Impiden la transmisión de la explotación incluso al cónyuge y los hijos. Se regulariza con carácter temporal y no definitivo. Se obliga a poner en marcha medidas correctoras, siendo algunas como la de la gestión de estercoleros muy cara para el ganadero y de alto coste medioambiental. Y como no podían faltar los papeles, se exige una memoria que tendrá que elaborar un técnico, que ha de estar visada por el colegio profesional correspondiente, y que le costará una pasta gansa al ganadero siendo su efectividad absolutamente nula. Regularizar en precario, y sin posibilidades de ampliar, es condenar a los ganaderos a vivir en la marginalidad, es condenarlos a rentas de subsistencia.

La Junta de Castilla y León no quiere darse cuenta de que en cientos y cientos de pueblos de León y de Castilla y León los únicos que quedan son los que no pueden irse. Quedan los jubilados, que con sus miserables pensiones no pueden permitirse otra vida distinta, y quedan los ganaderos, que sus animales y las tareas inherentes a la actividad les obligan a vivir en el pueblo y pasarse en la granja la mayor parte de las horas del día. Ya tan siquiera quedan los agricultores, que están optando masivamente por irse a vivir a la capital o cabeceras de comarca.

Por eso, cuando las Cortes de Castilla y León llevan meses debatiendo el problema de la despoblación en el medio rural, y están a punto de publicar sus conclusiones, resulta aún más paradójico que la Junta quiera echar de los pueblos a los pocos que quedan en ellos. Porque cerrarle la granja a un ganadero, o ponerle plazo al cierre, es simplemente invitarle a que coja las maletas.

Y una vez más, y hablando de temas ganaderos, tenemos que poner la vista en nuestra vecina Galicia, donde el gobierno de la Xunta legalizó por Ley de forma general y sin a penas limitaciones, todas sus granjas. Allí se trata a los ganaderos con respeto y consideración, aquí se les trata como a quien es una carga.

León , 8 de septiembre de 2004

*Secretario general de ASAJA de León.