Tanta verdad es que los animales de las granjas necesitan antibióticos para curarlos de determinadas enfermedades infecto contagiosas, como que el uso indebido de dichos antibióticos no reporta ventajas a la granja y por el contrario puede crear problemas de salud pública. Quienes intervienen en la producción animal, desde el ganadero a sus veterinarios, son conscientes de que los antibióticos se deben de usar únicamente cuando son necesarios, pautados en función del proceso patológico y de las especificaciones de la industria farmacéutica, y que se han de respetar los plazos de espera previos al consumo humano de la carne de los animales de abasto o sus productos como puede ser la leche o los huevos. Lo que no parece razonable es que una legislación forzada por ciertas corrientes de opinión pública, o simplemente la fuerza de esa opinión pública sin que necesariamente haya legislación para ello, condicione la buena práctica del uso de antibióticos en ganadería. Normas excesivamente restrictivas sin suficiente base científica, que limiten en exceso el uso de los antibióticos, conllevarán a una menor eficiencia productiva, y consecuencia de ello, un encarecimiento de los alimentos y una pérdida de mercados en la exportación. Porque, no nos olvidemos, las normas no son iguales para todo el mundo, y en Europa suele pasar que nos excedemos en restricciones para los nuestros, y después dejamos entrar por frontera productos poco seguros, productos menos regulados y sobre todo menos controlados. Para producir animales de abasto hay que curarlos de sus enfermedades, y aquí, como ocurre con las personas, no se consigue con agua bendita, se consigue en la mayoría de los casos con antibióticos, esos productos farmacológicos, para algunos malditos, que hasta ahora no han hecho más que salvar vidas humanas y animales y que las civilizaciones prosperen. Y para quienes desde posturas radicales se dicen defensores del bienestar animal, está bien recordarles que el bienestar únicamente es posible cuando hay ausencia de enfermedad.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 12 de octubre de 2018.