Hace ahora un año dediqué esta columna de opinión a relatar los hechos ocurridos en un pueblo de la comarca de Babia donde se le instruyó un expediente sancionador de la consejería de Agricultura a un ganadero al que había denunciado el Seprona por presuntas irregularidades de sus perros de guarda, una de ellas por defecar un mastín en la calle, delante de los agentes, y no proceder el dueño a recoger el “regalo”. Después de un año solicitando informes a unos y a otros, el recurso, que se resolvió en Valladolid y presuntamente firmó la titular de la cartera, Milagros Marcos, se ha cerrado condenando al ganadero en todos los extremos propuestos inicialmente por el instructor, y en concreto por defecar el mastín en presencia de los agentes de la Guardia Civil y no recoger la caca, hecho por el que se impuesto la multa de 50 euros. Pues bien, la consejera de Agricultura y Ganadería, la misma que dice que Oseja de Sajambre es pueblo de baja montaña, acumula en sus méritos, para ganar puestos de cara a las elecciones de mayo, haber multado con cincuenta euros a un ganadero babiano porque su perro, en medio de un acalorado debate entre su dueño y los agentes del Seprona, se fue por la pata abajo en un gesto de “ahí te queda eso” y el dueño no tiró de pala y escoba para recogerlo. Me consta que ciertos funcionarios le tenían ganas al ganadero en cuestión y que han aprovechado el expediente que se instruía para darle hasta en el carné de identidad, lo que no deja de ser un claro ejemplo de prevaricación, pues unas cosas son unas cosas y otras son otras, y a ningún funcionario público se le paga el sueldo para que actúe por venganza. Ya sé que estamos en un estado de derecho y que las arbitrariedades pueden resolverse en instancias superiores, pero también sé que un recurso contencioso cuesta mucho dinero, mucho tiempo, y que la administración paga con el dinero de todos. A la “metemeentodo” de Marcos solo le faltaba atribuirse la competencia municipal de sancionar por las cacas perrunas en las calles de los pueblos.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado para La Nueva Crónica publicado el viernes 1 de febrero de 2019.