Yo también cambié el colchón cuando pude, como hemos hecho la mayoría de los españoles, y lo hemos hecho, por lo general, por una necesidad de mejorar nuestro descanso, o si se quiere, nuestra salud. Nada que ver con el cambio de colchón que relata Pedro Sánchez en su libro de “resistencia”, que al parecer lo ha hecho porque le daba un cierto repelús dormir en el que lo había hecho Mariano Rajoy. Los colchones que yo conocí eran de lana de oveja, hechos en casa, y se ponían sobre un somier de malla metálica que se hundía hasta casi tocar el suelo. Tengo el recuerdo de dormir casi metido en un pozo, pero con aquella edad no me dolía nada, y por supuesto no echaba de menos otra cosa que no conocía. En los periplos por pensiones, cuando tocó salir a estudiar, tampoco había mucho lujo, al contrario, aunque tengo que decir que mi experiencia en este hospedaje fue gratísima. No hice la mili, por lo que no puedo relatar las vivencias de quienes dormían en las colchonetas de los barracones, o en lo que fuera cuando salían de campaña. Mis amigos que se alojaban en pisos de estudiantes utilizaban los colchones que no quería nadie, hasta sucios o muy sucios, lo que de mano en mano terminaban en unos pisos de alquiler en los que se vivía con cuatro cachivaches. Dicho esto pienso, como la mayoría de los españoles, que el colchón es una buena inversión si se quiere ganar en descanso y en salud, pero tampoco creo que haya que cambiarlo con la periodicidad que aconsejan los que se dedican a ese negocio. Hubo unos años en los que cambiar colchones fue un negocio boyante, y digo cambiar porque esos vendedores ambulantes que iban a los pueblos con altavoz instalado en la furgoneta, anunciaban el cambio de un colchón “flex” por viejo colchón de lana. No sé si el cambio de colchón nos cambió la vida en los pueblos, pero si puedo decir que cuando se hizo esa campaña de cambio de colchones, a casi todos nos estaba cambiando la vida, afortunadamente para mejor. Fue el colchón y fueron muchas más cosas que hoy cuesta entender.
* Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 22 de febrero de 2019.