Sé que los niños tienen tiempo de hacerse mayores, de hablar como mayores, de comportarse como mayores, y de mostrar lo peor que los mayores llevamos dentro. Pero quienes hemos sido niños de pueblo, y por razones obvias ahora vemos a pocos y tratamos con menos todavía, nos podemos sorprender si nos topamos con un chaval de estos que son de pueblo de verdad, extrovertidos, y que se pasan una gran parte del día entre las tierras y los animales. Lucas, que tiene seis años, y va a la escuela en Destriana de la Valduerna, te sigue una conversación de los trabajos y ocupaciones agrarias como si estuviera al frente del negocio de la agricultura de la familia, y está más pendiente de la campaña de la patata de sus padres que de los juegos de la PlayStation. Por desgracia quedan pocos chavales en los pueblos y muchos no saben a qué se dedican sus padres ni dónde tienen la nave o las tierras, culpa que más que al desinterés del chico hay que echarla a esos padres o abuelos que, por la razón que sea, no creen conveniente involucrarle en lo de casa. Yo pienso que se equivocan quienes viviendo en un pueblo no hacen que el chico se relacione con todos los pocos vecinos que en él viven, con jóvenes y viejos. Se equivocan quienes no aprovechan para conocer y disfrutar de la naturaleza que es más viva y real en el medio rural que en una ciudad. Y se equivocan quienes desde los primeros meses no le montan en el tractor, le llevan donde están las vacas o las ovejas, y si con 6 años como Lucas, no le enseñan a apañar patatas, castañas o lo que sea. Los niños primero y los chicos después deben de saber qué es lo que hacen los padres y sentirse orgullosos de ello, y qué mejor profesión que la de agricultor y ganadero para lucir ese orgullo. Claro que ese temprano amor por la agricultura puede llevar, llegado el día, a no querer ir al colegio y abandonar los estudios antes de tiempo, pero ahí está también la labor de los padres para que eso no ocurra. Espero no tener que reprochárselo algún día a Lucas, y que me siga sorprendiendo, para bien, como ahora con seis años.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado para La Nueva Crónica del viernes 27 de septiembre de 2019.