Las empresas que promueven los parques de energías fotovoltaicas creen que se pueden entrar en las tierras como lo haría un elefante en una cacharrería. En el caso de los arrendamientos de terrenos públicos, ya les ha advertido el Servicio de Asistencia a Municipios de la Diputación que hay que sacarlo a licitación pública, que ya no vale solo con invitar a comer al pedáneo en un restaurante de lujo y prometerle alguna mordida o cuando menos puesto de trabajo para los más allegados de la familia. Y todo contando con que los agricultores a los que se expulsa de las tierras no contraten a un abogado tocapelotas, que no necesariamente tiene que ser el mejor de la plaza, y busque triquiñuelas legales, que las hay, paralizando el proyecto durante años. Hay muchas formas legales de paralizar una actuación de este tipo que requiere del cambio de uso del suelo -que en algunos casos tiene la calificación de Monte de Utilidad Pública-, que requiere expulsar a los agricultores y ganaderos de la actividad que han desarrollado durante décadas, que requiere de actuaciones urbanísticas, de ocupación de terrenos para vías de evacuación de la energía, y que requiere de un informe favorable de impacto ambiental. Todos los promotores se han olvidado de un tercero a la hora de impulsar estos proyectos, y ese es el agricultor arrendatario de los terrenos que pretenden ocupar. Deben de pensar que el arrendatario no tiene derecho a nada y que se le puede expulsar con una patada en el culo cuando llega alguien presumiendo de una buena cartera, pero quizás el más humilde agricultor pueda encontrar un juez con cierta sensibilidad que le de la razón y pueda memorar la batalla de David contra Goliat. Nadie cuestiona el derecho a la propiedad privada, o no lo cuestiona quién firma esta columna, pero el derecho a disponer de lo propio no está reñido con una legislación que protege en este caso los intereses que tiene el agricultor como arrendatario del bien. Por eso me arrogo el derecho a pedir a las grandes empresas de las fotovoltaicas que sean un poco más humildes y piensen en los agricultores.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 28 de agosto de 2020.