Supongo que quienes participaron esta semana en la mini cumbre sobre despoblación rural, celebrada en Astorga, no llegaron a ninguna conclusión digna de mención, y con seguridad no surgió ninguna propuesta novedosa capaz de atajar el problema. Nuestros pueblos se quedan sin gente y nadie se responsabiliza de ello. No lo hacen los que legislan para poner trabas a los agricultores y ganaderos que ocupan el territorio, ni los que liquidan la minería, ni quienes aburren a requisitos a quién emprende un negocio en el pueblo, ni tampoco quienes cierran escuelas, ni quienes reducen las consultas médicas locales, ni quienes suprimen líneas de tren o autobús, ni quién acerca el cura a la capital dejando a los pueblos sin el servicio religioso, ni quién no invierte lo debido en las carreteras, ni quién no hace nada para que se asienten industrias en los pueblos o cabeceras de comarca. Los propios asistentes al acto, los alcaldes, en una gran medida, tanto ellos como sus concejales, no viven en el municipio, algo que no quiero yo afearles, pero me reconocerán que es poco ejemplarizante. Los políticos no hacen nada para mejorar la vida en los pueblos y no hacen nada para que al medio rural lleguen alternativas económicas que generen riqueza y empleo, y si te descuidas, lo que hacen es desincentivar a base de impuestos. Porque hoy día, en muchos pueblos, el IBI que se paga por los bienes urbanos, está más desproporcionado que el que se paga en el centro de León, y en muchos ayuntamientos las licencias y permisos, para lo que sea, están sujetas a tasas absolutamente disuasorias. Vivir en el pueblo es una elección que cada vez es más personal y voluntaria, no como antes que venía impuesto por las circunstancias. Para que alguien voluntariamente decida vivir en el pueblo, con su familia, y hacerlo en un pueblo con poco atractivo y alejado de los núcleos urbanos importantes, se tienen que dar una serie de circunstancias. En todo caso muy difícil, pero si las administraciones no ayudan o entorpecen, imposible.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 15 de junio de 2018.