Quienes llevamos toda una vida utilizando la carretera a Valladolid, con el sueño de que algún día se convierta en autovía, tenemos todo el derecho a que ese sueño se haga realidad lo antes posible sin condicionarlo a los tiempos políticos. Porque, nos digan lo que nos digan quienes tienen la responsabilidad de ejecutar la obra y ponerla en servicio, que es el Estado, no hace falta ser un lince para ver que la puesta en servicio entre León y Santas Martas se está retrasando por interés político, por la conveniencia de hacer coincidir la inauguración con la proximidad de la cita electoral de la primavera del próximo año. Bastante afrenta ha sido que esta autovía haya tardado tanto en entrar en los planes de infraestructuras del Gobierno, que se haya adjudicado a trozos sin un compromiso temporal para su plena puesta en funcionamiento, que su ejecución haya coincidido con la crisis económica, y que su trazado no tratase de evitar desde un inicio un yacimiento arqueológico sobradamente conocido. El tramo pendiente de inaugurar, desde Puente Villarente a Santas Martas, no soluciona muchos problemas para el tránsito entre León y Valladolid, pero sí favorece los desplazamientos a la distante montaña oriental leonesa, un foco de turismo todavía poco explotado, y sí facilita la comunicación del mundo rural en el entorno de Mansilla de las Mulas con la capital, que no es poco. El día que se inaugure el tramo, quienes viajamos asiduamente a Santas Martas, con esta localidad como destino o punto de partida para otras direcciones, podremos hacerlo eligiendo dos opciones de autovía con tiempos y recorridos similares, lo que no deja de ser algo chocante. Seguramente que las infraestructuras se pueden planificar mejor y sobre todo cuando, como es el caso que nos ocupa, intervienen dos administraciones, la de la Junta que ejecutó la autovía a Burgos, y la del Estado que ejecuta la autovía a Valladolid. Posiblemente una de ambas debería de haber partido de Santas Martas y no de León, pero que viva la abundancia.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 23 de febrero de 2018.