El pasado martes se reunió el Comité Estatal de Coordinación contra Incendios Forestales para poner en marcha el dispositivo de la campaña de 2020, que han anunciado será similar a la del año anterior. Recientemente una noticia que citaba fuentes de la Junta de Castilla y León recogía valoraciones muy positivas de este organismo sobre la reducción de los incendios forestales en lo que va de año, y lo justificaba con unos argumentos agroclimáticos francamente poco convincentes. No hace falta que la Junta nos ofrezca sus datos estadísticos para darnos cuenta que efectivamente en lo que llevamos de año los incendios forestales han sido una anécdota, y que el monte ha descansado de esos voraces incendios propios de los coletazos de invierno y principios de primavera cuando hay hierba seca por todas partes y días de fuertes vientos. Pues bien, lo que ha provocado la reducción de los incendios ha sido el confinamiento de las personas, y con ello el que hayan estado apartados de los montes quienes habitualmente prenden fuego. Igual que se han reducido los delitos callejeros por no haber gente en la calle, se han reducido los incendios por no haber incendiarios en nuestros campos y en nuestros montes. Pero claro, esto lleva a una reflexión, porque la administración y los grupos ecologistas siguen culpando a las gentes del campo de la mayoría de los incendios, pero en esta ocasión las gentes del campo han seguido haciendo sus labores agroganaderas con normalidad absoluta, y el monte este año no se ha quemado. Es una prueba clara de que el monte no lo queman los ganaderos, que son víctimas de los incendios al acotárseles por ley los pastos durante cinco años, lo queman quienes tienen intereses relacionados con el fuego, lo queman los pirómanos enfermos de la mente, y se quema de forma accidental o por causas naturales. Sin incendios forestales se destruiría mucho empleo y muchas empresas, esa es la cuestión, pero por ahí no interesa ir, es más fácil culpar al ganadero, siempre “el burro de todos los palos”.

* Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 9 de mayo de 2020.