En el último recorrido que he hecho por el campo de Villamanín he podido comprobar las importantes mejoras en el aprovechamiento de los pastos tras la entrega de las fincas de reemplazo de la concentración parcelaria. Supongo que habrá algunas quejas, individuales o colectivas, y posiblemente no se hayan ejecutado todas las obras o no se hayan ejecutado debidamente, pero la concentración parcelaria en el municipio, vista en su conjunto, aporta indudables mejoras a los propietarios y a los ganaderos, y viene a demostrar que en las zonas de montaña también se puede y se deber reorganizar la propiedad, y que se puede y se debe de hacer para mejorar la economía agraria pero sin causar daños medioambientales. Posiblemente hoy el mejor municipio de prados de siega, de cuantos hay en la montaña, sea Villamanín, y se lo debe en gran parte a la concentración parcelaria. Esta reordenación de la propiedad, que ha conllevado fincas más grandes y con accesos, ha supuesto que ya no haya prados abandonados, por lo que podemos decir que todo el campo está cultivado. Consecuencia de ello es un paisaje de un atractivo inmenso, un campo menos expuesto a los incendios forestales, y una pradería con capacidad para alimentar más cabezas de ganadero y gestionarlas mejor, y consecuencia de ello más riqueza y asentamiento de empleo en la comarca. Creo que podré decir algo parecido sobre el ayuntamiento de Boca de Huérgano, cuyos efectos de una concentración parcelaria que costó mucho sacar adelante serán similares a estos y ya empiezan a verse. Puebla de Lillo llevó la delantera en esto de las concentraciones parcelarias de zonas de montaña y no hace falta ser entendido para ver cómo cuidan sus prados y cómo producen, aunque en parte se basan en un regadío costoso y cada vez con más restricciones por parte del organismo de cuenca. Este es el camino si queremos una montaña viva donde los animales domésticos y las personas sean la parte más importante del paisaje. Y a todos nos corresponde cuidar de una naturaleza que se deteriora cuando no hay campo.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 16 de agosto de 2019. Los prados de Villamanín