A veces a un agricultor le meten un tortazo, metafóricamente hablando, y se queda con cara de tonto viendo por dónde le ha venido. La administración se ensaña con el que tiene menos medios para defenderse, o con quién no quiere gastar su tiempo y su dinero en defenderse, mientras que con otros poderosos es cobarde, es temblorosa, es permisiva, y cuando digo administración, me refiero también a las personas que la representan. Un grupo de agricultores de la provincia utilizó este año una semilla de girasol de una casa comercial reconocida que incorpora un fungicida llamado metalaxil, y que por ese hecho de llevar este producto añadido, hay que comunicárselo a la administración. La administración rastreó a los agricultores a través de la empresa vendedora, le hizo una inspección de campo para comprobar que efectivamente habían utilizado esa semilla tratada con el mencionado producto, y sanción al canto de 300 euros. La Junta,  en este caso, sanciona para que en lo sucesivo el agricultor, cuando compre una semilla, no se fie de la solvencia del productor y del comercializador de la misma, sino que se lea el prospecto para ver qué tratamiento lleva y compruebe si lo que lleva obliga a seguir determinadas pautas o normas. Pretende así la administración de la Junta que todos los agricultores sean ingenieros, que no se fíen ni de su padre, que se sepan toda la normativa al dedillo, y que antes de consumir un producto se aseguren de que puede ser usado. Porque lo otro, lo de controlar a la multinacional que lo produce y lo distribuye, lo de controlar a la industria o al intermediario que se gana del dinero, eso parece que no es el papel de la administración agraria, el papel de la administración agraria es aporrear a los agricultores y ganaderos con sanciones tantas veces injustas y tantas veces desproporcionadas. Y antes, aún en el cumplimiento del deber, el funcionario sufría ante estas situaciones, ahora es al contrario, se envalentona, se regodea. La empatía con las gentes del campo es una virtud escasa, muy escasa.

*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 27 de enero de 2023.