El ayuntamiento de Corullón ha publicado en el Boletín Oficial de la Provincia las bases de las subvenciones para los vecinos del pueblo que planten castaños o cerezos, un incentivo destinado, entiendo yo, a fomentar la riqueza y la belleza del paisaje. Desconozco el éxito de esta medida de fomento de las plantaciones de árboles cuando inicialmente su fin es el del autoconsumo o la obtención de unos ingresos como complemento de rentas. Con subvención o sin ella, esto está bien para las generaciones que nos inculcaron que había que plantar un castaño para tener castañas, un manzano para tener manzanas, un chopo para hacer el día de mañana una casa, o un roble para cortar leña para los inviernos. Yo soy de esa generación, planté árboles ya antes de la edad de ir a la escuela, y en esas sigo todavía, la última vez el pasado domingo que lo hice con tres almendros en una de mis tierras. Cuido, lo que puedo, los castaños que plantaron mis antepasados más remotos, me resisto a abandonar la pequeña viña que plantó mi abuelo, me duele que el fuego bacteriano haya podido con los perales que plantó mí padre, conservo los aliso de las sebes de los prados, y procuro los cuidados de los manzanos que he plantado para no dar tanto a ganar al señor de Mercadona. Lo que he plantado con un fin comercial de la madera, chopos y pinos, es una ruina, porque para quién no lo sepa, el mercado de la madera está más tirado todavía que el de los productos del campo. Pero bueno, la satisfacción que nos da a algunos plantar un árbol, de fruto o no, cuidarlo y admirar su porte pasados unos años, compensa sobradamente las atenciones que permanentemente hay que tener con ellos. Atenciones que no son pocas, pues al lado del árbol que plantas crece todo tipo de maleza y se acercan las plagas más insospechadas que necesariamente hay que mantener a raya. En mí pueblo no nos subvencionan como en Corullón, pero desde tiempos inmemoriales se pueden plantar árboles en espacios públicos, incluso en la calle delante de la casa, nos regalan pues el terreno.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 8 de marzo de 2019.