El ministerio de Agricultura ha sacado a subasta dos silos del extinto organismo público Senpa (Servicio Nacional de Productos Agrarios), después de décadas en desuso. Se trata del de Valencia de Don Juan y el de la Estación de Santas Martas, por los que se han atrevido a pedir casi un millón de euros. O mucho me equivoco, o tendrán que buscar un comprador que se lo quede a un precio simbólico, y aún así, a buen seguro no hará una buena operación. Porque una mole de edificios como esos, sin utilidad alguna para el fin que fueron concebidos de almacenar cereal, lo único que acarrean son costes de mantenimiento e impuestos. En ninguno de ambos casos los solares que ocupan son de una dimensión atractiva, ni el lugar de ubicación de especial interés comercial y urbanístico, y el demolerlos y retirar los escombros supone una factura nada desdeñables. Estos silos no pintan nada en pie, ni los que hay en León ni los que se ven en otros pueblos cuando uno circula por las carreteras de España. Cumplieron su cometido en una época, en todo un régimen político, donde los mercados estaban intervenidos hasta el extremo y era el Estado el que compraba y vendía, el que garantizaba precios, y lo hacía, como no podía ser de otra manera, de forma poco eficiente, aunque el campo se acostumbró a ese paternalismo y todavía hoy no falta quién lo añore. Que los derriben pronto, no vaya a ser que alguien los catalogue como patrimonio industrial, los proteja de cualquier tipo de intervención, y se conviertan en un museo a base de talonario de dinero público. Claro que si hay muchos como los del ministerio de Agricultura, que piensan que estos edificios valen medio millón de euros cada uno, tenemos silos para rato a la espera de la llegada de ese caprichoso que los compre todos juntos en cualquier subasta pública. Siempre servirán para colocar una antena de telefonía o un mirador para avistar avutardas en Tierra de Campos. Sea como sea, están para durar, hormigón tienen un cuanto.

Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 24 de noviembre de 2017