Con motivo de la sentencia judicial a los políticos independentistas catalanes que incumplieron flagrantemente nuestro ordenamiento jurídico, de nuevo se ha visto entre los que montan algaradas a agricultores catalanes a lomos de sus tractores recorriendo calles y plazas. Llama mucho la atención que en estas revueltas independentistas sean protagonistas gremios concretos, en este caso el de las gentes del campo, porque en realidad otros gremios no se han significado o no se les ha visto tanto. Cabe pensar que a diferencia de otros negocios, a los agricultores y ganaderos los haya tratado particularmente mal el Gobierno de España, y que por eso enarbolen con más fuerza la bandera del independentismo para luchar por un autogobierno en el que las leyes y el presupuesto le favorezcan más. Creo que todo lo contrario, que el campo catalán tiene pujanza por el importante mercado que tiene abierto en el resto de España, donde absorbemos sobre todo las ingentes cantidades de carne y productos derivados que allí se procesan. Y en la exportación, se benefician de la marca España, que sin duda vende, y de la marca Europa, que es apreciada en todos los continentes. Los agricultores catalanes, los payeses, no son independentistas porque le haya ido mal en el Estado español, ni creo que piensen que puedan seguir siendo miembros de la Unión Europea en el contexto de una Cataluña independiente, ni creo que estén dispuestos a asumir riesgo alguno que les aparte de la Política Agraria Comunitaria (PAC), y más bien pienso que dan el tostón dirigidos por un sindicato agrario, la Unión de Payeses, que mantiene una cruzada con el Gobierno de España porque no se le reconoce como interlocutores. Los socios de la Unión de Payeses, que son los que montan la bulla con sus tractores, responden a la estrategia de una organización agraria que utiliza la fuerza de sus socios para influir en política desde los intereses más espurios, y que mañana podría defender lo contrario a poco que un ministro se prestase a comprarlos con un puñado de prebendas y subvenciones.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 18 de octubre de 2019