Recientemente la Comisión Territorial de Medio Ambiente y Urbanismo emitió informe negativo sobre un proyecto agrícola vinculado al lúpulo, en el que se pretendía construir una modesta nave para secadero y almacén de maquinaria, que no cumplía con las absurdas normas urbanísticas municipales. De nada ha servido que el proyecto se haya vendido en la prensa local, que sea la ilusión de un joven agricultor, o que haya contado con el apoyo unánime de la corporación municipal. Puedo citar el caso de otra alcaldesa de un municipio de nuestra provincia que se dio cuenta de lo absurdo de las normas urbanísticas de su pueblo cuando le tocó en carnes propias dar licencia a una nave ganadera de la familia. En la provincia de León la Diputación tiene unas normas urbanísticas bastante coherentes, al menos en lo que respecta al uso excepcional de suelo rústico, que son las que se utilizan cuando el municipio no tiene las suyas propias. Muchos ayuntamientos, sin tener problemas especiales ni necesidad para ello, han aprobado sus propias normas, las que ha elaborado el gabinete técnico contratado al efecto y aprobado el Pleno de concejales con el alcalde a la cabeza, y por lo general son tan restrictivas y en muchos casos absurdas que, cuando surge una iniciativa económica, simplemente la chafa. En estos casos el alcalde se disculpa echándole la responsabilidad al secretario, al arquitecto municipal o a los de la Junta, pero lo cierto es que la oportunidad pasa y no vuelve, y los pueblos son menos cada día. Modificar normas urbanísticas es un proceso largo y engorroso, por lo tanto lo inteligente es acertar a la primera, y si no se sabe qué es lo que se quiere, lo mejor es dejar las cosas como están y subrogarse en normas ya existentes de administraciones superiores, en este caso, de la Diputación Provincial. El querer regularlo todo encorcheta demasiado e impide excepciones por loables que sean. Llevar a los pueblos todas las normas de una ciudad es no conocer nuestra provincia y no tener ni idea de cómo afrontar nuestras necesidades.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 31 de agosto de 2018