PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD

El pasado fin de sema se celebró la Cumbre de Bali de la Organización Mundial del Comercio.

PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD
 
El pasado fin de sema se celebró la Cumbre de Bali de la Organización Mundial del Comercio. Este organismo internacional debe de haber perdido mucha fuerza, porque en otros tiempos estas cumbres marcaban la agenda política y ahora pasan absolutamente desapercibidas. En nuestro país la noticia quedó relegada a las  páginas salmón de los periódicos,  y no hubiera llegado a tanto de no ser por el esfuerzo que hizo Arias Cañete, quién viajó al frente de la delegación española, por rentabilizar el esfuerzo vendiendo a la opinión pública unos éxitos que no fueron tales. Como alguien ha dicho y escrito, lo único que realmente se salvó es la propia OMC, que estaba abocada a su disolución si el resultado hubiera sido un desacuerdo escenificado en bronca entre bloques de países con intereses distintos.
 
Buena parte de lo que se trata en estos foros tiene que ver con  la agricultura. Por primera vez no se cuestionaron las ayudas de la  Unión Europea a sus agricultores, que no es poco. Canadá y EE.UU. no miraron para una Europa con la que están llegando a acuerdo bilaterales. Los grandes países emergentes consideran que con su estatus actual ya se pueden comer el mundo, y los países pobres pidieron que se les deje ayudar a sus campesinos, concesión fácil de hacer porque el que nada tiene poco puede ayudar.
 
Suprimidas las barreras comerciales, como en la práctica ya lo están, en materia agroganadera lo que nos toca pedir es que se aplique el principio de reciprocidad, es decir, que se exija para lo que entra en Europa los mismos requisitos que se imponen en nuestras explotaciones agrarias. No podemos aceptar sus productos si tienen reglas distintas en aspectos de medio ambiente, si aplican pesticidas que aquí están prohibidos, si no se respeta el bienestar de los animales, si usan en zootecnia promotores del crecimiento que Europa tiene desterrados, si no se respetan los plazos de espera, y si su industria agroalimentaria no garantiza la absoluta salubridad de los alimentos. Reciprocidad es eso y es, por ejemplo, que si aquí no se puede quemar un rastrojo, allí no se pueda deforestar la selva para sembrar colza.
 
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en  La Nueva Crónica del viernes 13 de diciembre de 2013.