POR HONORATO MENESES, PRESIDENTE DE ASAJA PALENCIA

De complicada se puede calificar una campaña cerealista que ya presagiaba este final cuando, al principio del año agrícola, el  clima fue extremadamente seco, dificultando la sementera. Todo ello provocó un retraso en las labores de siembra que a la postre, ha pasado factura.

Pero es que además la sequía nos ha acompañado a lo largo de la campaña y, con excepción de algún mes más benigno en primavera, la meteorología castigó al campo palentino duramente cuando mayo -que tiene la llave del año- acabó con las expectativas de una buena cosecha.

Una circunstancia que viene a confirmar algo que ya sospechábamos: la sequía no respeta los ciclos. Si tradicionalmente se han producido dos o tres años secos por cada diez, ahora se rompe esta tónica y la provincia ha sufrido sus consecuencias en dos de las tres últimas campañas,  en 2017 y en 2019.

Y es que al final, la  producción en la provincia se ha quedado muy por debajo de la media al no alcanzar las 800.000 toneladas, una cifra muy baja teniendo en cuenta que la media de producción en los últimos 18 años supera las 950.000 toneladas.

A ello hay que añadir la situación de nuestros embalses, de forma que la cuenca del Pisuerga se encuentra 16 puntos por debajo de la media de los últimos diez años. Y es que la falta de precipitaciones y las altas temperaturas del verano les han dejado en una situación difícil, con apenas 144 hectómetros de agua de los 487 de capacidad, es decir, a algo más del 23 por ciento. Una cantidad muy por debajo de la que se registraba hace un año, cuando los se encontraban al 54 por ciento de su capacidad.

Con este panorama el campo afronta una sementera complicada. Si no llueve no podrán hacerse las labores adecuadamente  por la falta de agua. Además hay que tener en cuenta la plaga de topillos, que sigue muy activa a lo largo y ancho de nuestra provincia, y continúa castigando a los agricultores y al medio rural en general con pérdidas millonarias y enfermos de tularemia.

No hace falta más que echar un vistazo al campo para observar que los daños siguen ahí, y por tanto los topillos, que habitan en  los reservorios donde ahora mismo causan daños a los cultivos que están en el campo, pero que también esperan la nueva sementera  para atacar de nuevo.

El problema de los topillos no se ha resuelto en toda la campaña, a pesar de lo que nos quieren vender las administraciones, y así la próxima sementera se va a ver seriamente comprometida. Los agricultores se preguntan para qué sembrar, si los topillos se lo van a comer todo en cuanto siembren.

No queremos ser pesimistas, pero la realidad del campo no es nada halagüeña para las próximas fechas. De la sequía nadie tiene la culpa, pero sí de la falta de soluciones a la plaga de topillo, que es un ejemplo más de los problemas que causa la fauna silvestre en la provincia, entre ellos, las reiteradas plagas de conejos, los constantes ataques del lobo o los daños a cultivos y ganadería que provocan ciervos y jabalíes. Y en este sentido apuntamos directamente a las administraciones, que doce años después de la primera gran plaga de topillos siguen sin solucionar un problema que afecta no sólo a la agricultura, sino a la salubridad y la salud de nuestro medio rural.