La agricultura de la provincia de Palencia es eminentemente productora de pienso. Es cierto que también tenemos producciones destinadas a la alimentación humana, como pueden ser el girasol, la patata o la remolacha y, en mucha menor medida, lentejas, garbanzos o productos de la huerta, entre otros.

El caso es que lo que más producimos es trigo y cebada, que en general terminan en las formulaciones de los piensos. Y eso sin olvidar el eminente desarrollo forrajero de la provincia. Contamos con cinco deshidratadoras y somos la provincia con más superficie de alfalfa de secano de España, incluso ya hay muchas explotaciones en las que los cultivos forrajeros representan más del veinte por ciento.

La producción de la alimentación animal es el primer eslabón de la cadena y el siguiente es la ganadería, que consume los productos que producimos los agricultores y genera a su vez una variada gama de productos alimenticios para la sociedad.
Todo esto viene a mostrarnos la importancia que, para la agricultura, tiene la ganadería. Sin embargo, creo que, en general, estamos haciendo dejación de funciones porque vemos el problema de los demás como ajeno y eso, cuando formas parte de un colectivo o de una cadena de suministro, no puede ser así.

En los últimos meses, la ganadería de vacuno de leche está sufriendo más que nunca, todo lo que precisan para producir la leche se ha encarecido notablemente, pero no así el precio que perciben por la leche de sus vacas y parece que ya se nos ha olvidado la convergencia antiganadera aplicada por el ministerio en la PAC de este año o que eliminando las cuotas hace unos años provocaron que el poder de la producción pasara a la industria.

Lejos de ser un problema de los ganaderos, éste es un problema de todos. Si se acaba la ganadería lo sufriremos aquellos que producimos alimentos para los animales; también los consumidores, que verán cómo se les oferta leche importada, de peor calidad y más cara; otros que lo sufrirán serán que suministran otros productos a los ganaderos, como medicinas, productos de limpieza, gasóleo, correctores para la ración o maquinaria; aquellos que cada poco tiempo les realizan reparaciones o construyen algún tipo de edificio; los que transportan su leche, y un largo etcétera donde caben los políticos, ya sean los de ámbito municipal, que pueden ver cómo se acaba lo poco que queda en muchos pueblos, o los de ámbito regional o nacional, que verán como las estadísticas les cuentan las verdades.

El cierre de una ganadería es un drama y ya sólo quedan poco más de 130 ganaderos de vacuno de leche en nuestra provincia. El relevo generacional es muy difícil en un trabajo tan sacrificado y la tendencia no puede ser peor. En los últimos doce meses se han reducido los ganaderos de vacuno de leche de Castilla y León en un 7%, ritmo que se puede ver incrementado en los próximos meses si no se aumenta el precio que se le paga al ganadero por la leche.

El consumo per cápita de leche líquida en Castilla y León se acerca a los cien litros al año, un incremento del precio de la leche en los lineales de seis céntimos por litro supondría seis euros por persona al año, con sólo eso los ganaderos podrían salir adelante, si se les repercute toda la subida por parte de distribución e industria.

No debemos ser egoístas. Entre las industrias lácteas y la distribución están acabando con el sector lácteo y tenemos que estar del lado de los ganaderos, no sólo porque son los buenos de la película, y se lo merecen, sino por interés propio. No olvidemos que muchos existimos por el pienso.