Aunque vemos los orígenes de la PAC como algo cercano en el tiempo, lo cierto es que la semilla de la PAC se sembró en el Tratado de Roma, que data de 1957. Desde entonces han ido variando mucho los intereses europeos en el sector agrícola y ganadero. Se comenzó con la idea de abastecer a la sociedad a precios asequibles, sin depender de la importación y garantizando unas rentas dignas a los productores agrarios,
y ahora estamos en otras cuestiones que harían que los firmantes del Tratado de Roma se llevaran
las manos a la cabeza.

En 1986 nuestro país pasó a formar parte de lo que entonces era la Comunidad Económica Europea y, por tanto, a beneficiarse de la PAC. Creo que pocas personas podrían afirmar que ésta ha sido negativa, más bien todo lo contrario. Con un pequeño coste por ciudadano se ha asentado la producción agraria y se han llevado los productos españoles a los máximos estándares de calidad mundiales.
Llegó 2006 y en lugar de realizar los cálculos de las subvenciones por lo que se producía, como hasta entonces, se repartieron los Derechos de Pago Único, dando lugar a muchas desigualdades e injusticias que todos conocemos y haciendo cosas tan ilógicas como pagar a los ganaderos por superficie en lugar de por animal.

Quince años después, y subidos en un pedestal cada vez más alto y completamente alejado de la realidad, nos enfrentamos a una nueva reforma y, en lugar de dar marcha atrás y volver a lo que era más razonable tenemos que ver cómo Bruselas se quita del medio y pasa la bola a los Estados Miembros, que ahora tendrán gran capacidad para influir en la PAC que se aplique en sus países.

¿Y con qué nos estamos encontrando? Con una PAC que ya no es tal. Lo único que mantiene del nombre es que es “política” porque no es “agrícola” ni es “común”. Mientras la palabra “política” crece y crece, la palabra “agrícola” decrece y decrece. De la palabra “común” no hace falta hablar, ya ha desaparecido.

La siguiente palabra en desaparecer será “agrícola”. En cada reforma se reduce más el presupuesto que llega de forma efectiva, de paso aprovechan para atarnos un poco más de pies y manos limitando nuestra capacidad productiva y poniendo en riesgo la rentabilidad de las explotaciones y el abastecimiento de los mercados.

Parece mentira que gente con la preparación que se presume a los políticos que forman parte
del Parlamento Europeo, a los presidentes de gobierno que se sientan en el Consejo y a los funcionarios de la Comisión Europea, todos ellos participantes de los trílogos en los que se gesta la PAC, plantee unas medidas que limitarán la producción de nuestro campo, producirán una escasez de alimentos en la Unión, harán que tengamos que importar más productos alimentarios al precio al que nos lo quieran vender países terceros, que no será barato, y todo ello sin conseguir que esos países que nos venden cumplan con las condiciones de producción, medioambientales o laborales que aquí estamos obligados a cumplir.

Todo esto se ve empeorado con lo que la Comisión ha llamado el “Pacto Verde”, dentro del que se engloba la “Estrategia de la Granja a la Mesa” y por la que pretenden que en 2030 se haya reducido un 50% el uso de plaguicidas, el 20% los fertilizantes y se aumente la agricultura ecológica al 25%.

Las plagas asolan nuestros cultivos, cada vez tenemos menos productos fitosanitarios disponibles y las de nueva aparición son menos efectivas y tienen mayor precio. No podemos controlar todo mediante rotaciones. La burocracia aumenta, las ganaderías no dejan de decrecer aunque el número de animales o la producción no lo hagan. Con menos ganaderos cada vez se notará más el abandono de la actividad de cada uno de ellos. Y este año, para rematar, se les ha ocurrido aplicar la convergencia y crucificar con ello a muchos ganaderos.

Señor ministro Planas, está bien que se harte de decir que “dos agricultores que hacen lo mismo tienen que cobrar lo mismo” pero la realidad es que eso no se está cumpliendo ni se va a cumplir con esa forma de aplicación de la convergencia que se ha impuesto este año. Olvídese de complicar la vida a la gente del sector agrario, promueva que haciendo las cosas que siempre hemos hecho en el campo, y de forma sencilla, se puedan obtener las ayudas y seguir produciendo, no permita que se importen productos que no cumplirían
aquí las normas de producción y no deje que ni un euro de la PAC salga del sector agrario para contentar a otros que no producen, ni ganas que tienen.