Justo unos días antes de la crisis del coronavirus, leí en un blog unas reflexiones sobre agricultura que en ese momento tenían mucha actualidad y razón de ser, pero es que ahora ya se han hecho indiscutibles dada la situación de emergencia sanitaria mundial.

La reflexión comenzaba con que si preguntásemos a cualquier niño qué quiere ser de mayor, seguramente pocos querrán ser agricultores y ganaderos. Lo más seguro es que entre las profesiones elegidas habría mucho de medio ambiente (ecologistas), heroicidad (bomberos), tecnología (emprendedores) o magia (mago).

Y curiosamente el futuro que le espera al sector primario engloba obligatoriamente estas cuatro competencias. La primera, que los agricultores y los ganaderos son los mayores defensores del medio ambiente,  ya que –como mínimo si quieren vivir de ello- tienen que preservar su medio de trabajo. En segundo lugar, la agroganadería vertebra el territorio y lógicamente evita el abandono de las zonas rurales. Por tanto, es una de las medidas más eficaces también de prevención contra incendios, y dar de comer a toda la sociedad al precio que lo hacemos es de héroes también. Tercer punto: La profesionalización del agro pasa por la digitalización y tecnificación del sector. En la actualidad, existen pocos mercados en el que esta revolución se dé con tanta intensidad, ya que en la agricultura el recorrido de mejora es amplísimo. Y por último, el que guarda relación con ser mago, pues que el gran reto del sector primario será conseguir aumentar la producción de las cosechas utilizando menos recursos (agua, energía, insumos, etc.); en concreto, un aumento de la producción del 70 por ciento en tres décadas, según un reciente informe de la FAO que se llama Cómo alimentar al mundo en 2050.

Es vital que se ponga en valor el trabajo de los ganaderos y de los agricultores y no solamente porque lo diga este humilde presidente provincial de ASAJA. Vayamos a la realidad: Los profesionales del campo estamos siempre que pones un plato encima de una mesa en la provincia de Soria. Estábamos, y vamos a estar cuando pase la alerta sanitaria, en ese café y en esa tostada de pan cada mañana en un abarrotado y céntrico bar de Málaga, y el aceite, la manteca, el queso, el tomate, etcétera que le pones. También somos esas cervezas al salir del trabajo con los amigos en Plasencia, y el jamón que las acompaña, estamos en las ensaladas de tus cenas, en las meriendas de los niños, en el plato de pasta que toma la plantilla antes de un partido de fútbol de Primera División, en las viandas de todo tipo de las bodas, en el algodón con el que te desmaquillas, en los dichosos cigarrillos que a veces te gustaría no fumar, en la fruta que te llevas a la playa…

Los profesionales del campo estamos presentes en mucho más de la mitad de las acciones de tu vida; así que no nos desprecies ni nos ningunees porque somos esenciales, aunque muchas veces no lo veas. Y todo eso a precios contenidos, con una calidad indiscutible, con los mejores controles sanitarios, y el máximo respeto al medio ambiente; algo que no pueden decir todos los países ni todos los sectores.

Aunque también los hay que no quieren aceptar esa realidad y se ponen en plan fundamentalista con argumentos peregrinos y alejados de la lógica, pero a los que se les han visto las costuras cuando llegan momentos como estos que sufre todo el planeta con el COVID-19. Creo que lo que deberían hacer es conocer in situ la dura, exigente y siempre compleja e incierta realidad del trabajo diario en el campo y a la vez respetar los hábitos y necesidades de consumo de los demás. Por mí, como si quieren comer grava, pero que respeten nuestro trabajo, reconozcan nuestra aportación clave en una alimentación equilibrada, sana y variada de la sociedad y que tengan en cuenta que en esta profesión también hay personas, que quieren vivir dignamente de su trabajo, sacar adelante a sus familias y que están arriesgando e invirtiendo el dinero de su bolsillo, algo que los ‘comegravas’ no han hecho ni van a hacer jamás.

CARMELO GÓMEZ SANZ

PRESIDENTE DE ASAJA SORIA