El campo soriano afronta una nueva campaña de cosecha, y en esta ocasión prefiero no centrarme en aspectos negativos que en ASAJA, como sabéis, denunciamos continuamente, con los bajísimos precios del cereal ahora como máximo caballo de batalla. Y es que sin obviar lo negativo, vamos a decirlo muy alto y muy clarito: debemos sentirnos orgullosos de ser agricultores y ganaderos. Las dificultades propias de cualquier proyecto que poco a poco se va haciendo a sí mismo en nuestro caso son mil veces mayores. Los empresarios del campo tenemos que sortear injustos e increíbles obstáculos en el camino, pero ante el desaliento siempre nos da ánimos pensar que nuestro esfuerzo se alimenta de una meta clara: la defensa de los intereses agrarios desde la profesionalidad y la independencia y que debemos estar unidos todos para tirar de este carro cuyas ruedas ya de por sí empiezan a chirriar demasiado y que se llama agroganadería. Esta reflexión no es solamente cosa mía y recuerdo ahora que en la portada de la revista de ASAJA Málaga de mayo podía leerse: “Importantes avances para el campo. Logro laboral, de 90 días en alta a 120 jornadas reales, doble potencia eléctrica más eficiencia, menos costes, reducción de módulos fiscales alivio tributario”.

Ya que tenemos las cotas de representatividad y lo hemos demostrado con las puertas abiertas desde la Diputación hasta el Parlamento Europeo, pasando por consejerías y ministerios, lo ideal sería una mayor presencia de los profesionales del agro en todos los ámbitos reivindicativos porque tenemos que ser nosotros los verdaderos valedores y protagonistas del mundo rural, debemos ser nosotros los que defendamos lo nuestro sin tapujos y en un número suficiente. No podemos permitir que interfieran en ese afán algunos “salvadores” procedentes de las esferas políticas, de las oportunistas multinacionales o de lo peor de cada casa, que en muchas ocasiones no tienen nada que ver ni con nuestro sector, ni con nuestros pueblos, ni con nuestros intereses.

En estos momentos de incertidumbre en el campo no podemos permitir que alguien desde otros foros apriete el botón del off y deje en negro la pantalla del futuro del campo o, como denunciamos en abril personalmente en Bruselas, que detenga la imagen hasta que se le antoje y nos mantenga como estatuas de arena subidas a un tractor que ven cómo algunos hacen el agosto con inventos como la condicionalidad y nos dejen sin margen de acción ni independencia para llevar como mejor nos parezca nuestras explotaciones y nuestras pequeñas empresas agropecuarias. Se trata de clamar contra quien confunde reparto de ayudas con reparto de rentas, para decir que hay que eliminar los mecanismos de redistribución como la degresividad, el pago redistributivo basado en el tamaño de la explotación porque lesionan gravemente a la agricultura profesional de una provincia en la que la agricultura y la ganadería es la única actividad económica en casi todos los pueblos. Y al hilo de esto quiero también recordar que para infinidad de actuaciones y licitaciones siempre es preceptivo acometer una serie de estudios de impacto ambiental, de igualdad, así como de carácter paisajístico o patrimonial. Pero es hora de poner el acento en las repercusiones y el impacto en el meollo del medio rural y agroganadero, como en otros países, donde ya se habla de adaptar el derecho de responsabilidad civil a los retos actuales de los que trabajan y viven en los pueblos. Y eso con el objetivo, entre otros, de evitar injustas divergencias entre el mundo rural y el urbano, dado que este segundo tiene un peso político muchísimo mayor, ya que el 80 por ciento de los votos están en las ciudades.  

A pesar de las adversidades, vuelvo al aspecto optimista y animo a todos los que trabajamos en el campo a que no nos quiten la ilusión. Cabezas bien altas y os deseo una buena cosecha tanto en rendimientos como en lo que es el trabajo en sí, sin averías ni mayores trastornos. Quien no sea profesional del campo y lea esto quizá esté pensando: ¿y a mí qué me importa? Pues la respuesta es clara: Lo que está en juego no es solamente el futuro de quienes sembramos el cereal. Es la seguridad alimentaria de todo un país. Es la supervivencia de comercios, tiendas y cientos de explotaciones familiares, muchas de ellas en las pocas zonas de España que todavía mantienen población en edad de cotizar en el medio rural. Y es también el precio y la calidad de los alimentos que cada día terminan en las estanterías de los supermercados y en las cocinas de las casas.

 

ANA PASTOR SORIA

PRESIDENTA DE ASAJA SORIA