Inestabilidad de los mercados de manos de la globalización, por José Antonio Turrado

 
En los últimos años habíamos llegado a creer que las fronteras terminarían derrumbándose, como ocurrió con el muro de Berlín. Eso de la globalización de los mercados parecía una realidad, que de hecho lo es, pero una realidad con tantos matices que cuando se da un paso para adelante, poco más tarde retrocedemos otro tanto. Y esto es muy importante para nuestra agricultura, porque hemos vivido durante décadas atemorizados por los posibles efectos de una competencia exterior tanto de dentro como de fuera de la Unión Europea, y también porque ahora nos hemos convertido en una país exportador de alimentos, y por tanto afectado por las trabas regulatorias de los países de destino.
 
Nuestras relaciones comerciales con Rusia, donde exportábamos con éxito productos cárnicos del porcino, estaban ya de por sí deterioradas y se han complicado más a raíz del cierre de fronteras a los productos europeos, por la presencia de Peste Porcina Africana en países de la antigua órbita soviética. Grandes consumidores como China muestran una inseguridad jurídica tan alta que te pueden parar un barco de mercancías antes de llegar a puerto, por el simple hecho de que un juez de la Audiencia Nacional abra un proceso contra un viejo dirigente del régimen político. Nuestras relaciones con Argentina y con otros países de América del sur dependen en exceso de los caprichos y hasta de los intereses personales de sus líderes populistas. Con Canadá hemos firmado un acuerdo de libre comercio que tiene difícil encaje en las normas que marca la Política Agrícola Común de la Unión Europea. El acuerdo de libre comercio con Estados Unidos está muy verde, y uno no se imagina cómo se puede acoplar a una legislación como la europea, que tiene prohibidos los transgénicos y el uso de hormonas en la producción de carne y de leche.
 
Y con los países pobres o emergentes es difícil entenderse si se le exigen los mismos parámetros en materia de protección de medio ambiente, calidad de los alimentos, bienestar animal y derechos sociales.
 
En teoría estamos en un libre mercado y las barreras comerciales no existen. Pero esto deja de ser verdad cuando hay que tomar represalias comerciales incluso como respuesta a problemas diplomáticos; deja de ser verdad cuando hay conflictos bélicos –más comunes de lo deseado–; cuando hay catástrofes naturales que arruinan cosechas, cuando se imponen costumbres y creencias religiosas, o cuando la política de un país se centra en aislarse del resto del mundo. Y todo esto tiene un efecto cuando dependemos de lo que se importa, por ejemplo leche, azúcar y cereales, de los que somos tremendamente deficitarios, pero también cuando nuestra economía se basa en la exportación. Y sobre todo si nos la jugamos en unos mercados muy concretos y reducidos.
 
En definitiva, la globalización es una realidad, y hasta nos estamos beneficiando de ella, ahora que nuestras exportaciones toman fuerza y son relevantes. Pero nuestra agricultura y nuestra agroindustria tienen que estar preparadas para afrontar imponderables, que los hay y los habrá, tienen que estar preparadas para encontrar alternativas, y sobre todo tienen que estar preparadas para copar al cien por cien, y sin competencia posible, todos los mercados interiores. Primero los de España y después los de la Unión, los únicos realmente seguros. 
 
José Antonio Turrado es Secretario General de ASAJA de Castilla y León