Los inviernos de antes, por Donaciano Dujo*

No soy de los que dicen eso de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Todo avanza , pero sí que conviene mirar atrás para reconocer el esfuerzo que en otros tiempos se hacía para conservar, casi sin medios, lo que hoy tenemos.

 
Estos días de frío me traen a la memoria lo que era el pueblo cuando era niño. Los meses de invierno se hacían muy largos y fríos, con sus pocas horas de luz y sus largas noches. Las tareas del campo se quedaban aletargadas, y las familias se concentraban en hacer arreglos pendientes, preparar aperos y hacer acopio de todo lo necesario para afrontar el resto del año. Pasando San Andrés, era rara la semana que no había una o varias casas que se ponían manos a la obra y preparaban la matanza del cerdo. Como dice el dicho, de él todo se aprovechaba, y todo servía para aprovisionar la despensa: también, concluida la faena, era habitual que nos mandaran a los niños a repartir la sopa de morcilla, el “chichurro”, entre las casas vecinas, para hacerles en cierta medida a todos los demás partícipes de nuestra fiesta.
 
Más o menos en estas fechas, durante quince días se acordaba el reparto de la leña en suertes. Allá iban nuestros padres, para aprovechar ese combustible natural, en unas jornadas muy duras que tenían por aliciente ahorrarse un dinero y, también que, cuando concluía la tarea, todos los participantes compartían una merienda alrededor de una hoguera.
 
Y entrando un poco más el año, cuando “abría el ojo el lagarto” y había alguna hora más de luz, hacia febrero, se distribuía entre los vecinos del pueblo la reparación de los caminos en suertes o en “senaras”. Unos caminos que las inclemencias del tiempo deterioraban, y que había que preparar para tenerlos en buen estado cuando llegara el momento de afrontar las tareas agrícolas de la primavera y el verano. Todos los hombres se empleaban a fondo en ello y, cuando culminaba el trabajo, era costumbre en mi pueblo como en otros muchos, que el ayuntamiento o la junta vecinal invitara a una comida de hermandad, nada lujosa, principalmente con escabeche, pan y vino de alguna bodega del pueblo.
 
Todo aquello forma parte hoy del pasado. Está en la memoria de nuestros mayores, y también de los que lo vivimos siendo niños. Son cada vez menos las familias que hacen matanza, y cuando la hacen obedece más a un deseo de sostener la tradición que a la necesidad de entonces de proveer de alimentos a la casa. El resto de las costumbres comunales, salvo en casos aislados, han desaparecido por completo. Primero, porque ya apenas queda gente en muchos pueblos; segundo, porque en algún momento nos hicimos “ricos”, y ya no parecía tan buena idea ir a deslomarse para conseguir unos cuantos haces de leña. Más fácil era comprar pellet, o tirar de gasóleo o electricidad.
 
Ahora somos muchos menos y, por fortuna, el trabajo es más liviano, menos físico, más mecanizado. Pero en ese trayecto se han perdido algunas cosas positivas. Por ejemplo, ese compromiso que tenía todo el pueblo por conservar caminos y limpiar y aprovechar los montes hacía que sintiéramos que todo aquello era de todos y que todos teníamos obligación de cuidarlo y mantenerlo en buen estado, porque nadie iba a venir a arreglarlo por nosotros. De algún modo, nos hacía más responsables, de lo nuestro y de lo de todos. Además, esos ratos de trabajo voluntario y compartido entre vecinos propiciaban el compañerismo y la colaboración en torno a un proyecto común.
 
No soy de los que dicen eso de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. No. Todo avanza y, por fortuna, hoy el agricultor no se deja la espalda con una azada para domar la tierra. Pero sí que conviene mirar atrás para reconocer el esfuerzo que en otros tiempos se hacía para conservar, casi sin medios, el patrimonio que hoy tenemos. Y en estos tiempos en los que nos miramos tanto al ombligo, algo tendríamos que aprender de esta gente para no olvidar que, aun en las circunstancias más difíciles, sumando fuerzas y ganas, se pueden hacer cosas que merecen la pena.
 
*Donaciano Dujo es presidente de ASAJA Castilla y León