A comienzo de años nos manifestábamos y movilizábamos por todo el territorio español pidiendo unos precios justos. Han pasado ya unos meses y hemos atravesado entre medias una tremenda pandemia, hemos asegurado el suministro de alimentos en todos los hogares, la sociedad ha visto la importancia del sector agrario, pero se sigue despreciando nuestro trabajo: nuestros productos no tienen precio.

Mientras el importe desembolsado en la cesta de la compra no ha dejado de crecer, nosotros los agricultores y ganaderos cada vez percibimos menos por lo que producimos. Comenzó con el precio por los suelos de cochinillos, corderos y cabritos, continuó con la leche de cabra y oveja, el porcino ibérico, las partes nobles del vacuno, y al que no han escapado el sector de la flor cortada o el toro de lidia.

Y ahora le llega al sector del cereal. En los casos que he citado antes se ha debido a una bajada del consumo ante la situación ocasionada por el Covid-19, la disminución de las exportaciones y el cierre de la restauración. Pero en el caso de los cereales, ¿qué está pasando? Pues es muy sencillo, que los intermediarios y multinacionales se han puesto de acuerdo para bajar injustificadamente los precios con el beneplácito de nuestra casta política que mira hacia otro lado mientras los especuladores hacen “el agosto” a costa del sacrificio de los agricultores. Unos años por las adversidades climáticas, otros porque tiran los precios de nuestros productos, siempre perdemos los mismos. De una manera o de otra siempre se aprovechan siempre del bolsillo del consumidor y del sudor y la cartera del productor. Una situación que está llevando al envejecimiento y la despoblación de nuestros pueblos. Y ello mientras nuestra clase política está preocupada del que hay de lo mío y no del interés general de los consumidores y agricultores. No sé si tenemos lo que nos merecemos, pero lo cierto es que es lo que tenemos desde hace muchos años, y sin visos de cambiar.