Todos quieren vendernos algo

Por Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA de Castilla y León

Hace más o menos una década se vivió por estas tierras el boom de la energía fotovoltaica. Desde empresas del este sector energético, con el respaldo de las administraciones y el aplauso de la banca, que estaba deseando prestar dinero a cambio de abultadas hipotecas a 25 años, se implantaron numerosos ‘huertos solares’, al valor de unos cien millones de pesetas, los 600.000 euros de ahora. Alguna proposición tuve como presidente de ASAJA para aglutinar a agricultores y a hacer un megahuerto, multiplicando por diez la dimensión habitual y también la inversión, seis millones de euros, como si fuera calderilla. Rechace esa oferta por considerarla poco solvente, porque no veía garantías ni de precios, ni de impuestos, y porque se veía demasiado que los que tanto empeño ponían en convencerme venían a ganar dinero. Después de diez años creo que la decisión fue acertada.

Me acuerdo de esta experiencia porque desde hace algunos meses es incesante la cantidad de expertos que desde charlas, conferencias, medios de comunicación, etc. están hablando de la revolución digital, la economía 4.0 y el poder imparable de los ‘Big data’. Tras escuchar, y aunque uno no sea especialista, entiendo que llevado a la agricultura debe ser algo parecido a unir todos los factores productivos con las nuevas tecnologías; estando todo conectado, factores y medios de producción y demanda, lograríamos avanzar en rentabilidad y facilitar la comercialización de nuestros productos.

Vaya por delante que ni en este ni ningún otro sector se puede poner puertas al campo. El campo además es un ejemplo de la apuesta continua por la modernización. La inversión tecnológica ha permitido que mejoremos y ampliemos nuestras producciones, y que mejore nuestra calidad de vida. Pero como todo en la vida, y más en el gasto, hay que conocer la justa medida, y utilizar la cabeza.

Antes al contrario que creer que en el campo vamos a remolque de las novedades, diría que a veces en este sector nos pierde el afán de modernizarnos, tal vez para acabar con lo de la gorra y la cachaba, que tanto daño ha hecho a nuestra imagen en la sociedad. Si encima tienes unos cuantos grillos en la cabeza, por inexperiencia o por naturaleza, y te encuentras con dinero de golpe, como cuando se vende la cosecha o se cobra la PAC, es fácil que iluminados o charlatanes ahora no de feria sino de tecnologías poco probadas quieran convencernos de lo divino y lo humano.

Cuando uno compra algo, tiene que estar primero seguro de que funciona. Sonar bien y servir para algo son cosas diferentes. Segundo, hay que conocer lo que de verdad se necesita. Nuestras explotaciones están en una media de cien hectáreas de superficie, y divididas en multitud de parcelas repartidas por una orografía muchas veces complicada, y encima castigadas con una climatología de temperaturas extremas y poco agua. ¿De verdad es para nosotros un sistema que funciona de maravilla en Estados Unidos, Canadá o Argentina, en explotaciones de 20.000 hectáreas?

Y luego está el capítulo de Internet. Creo que el que más y el que menos está ya hoy conectado, y es un proceso inevitable, tanto en lo personal como lo profesional. Pero hoy por hoy en el medio rural las limitaciones son evidentes. En muchos puntos de nuestra geografía casi no puedes hablar por teléfono, así que difícilmente vas a poder transmitir miles de datos desde cada parcela que trabajes. Tampoco hay que ignorar que toda esa información que vamos ofreciendo obviamente va a quedar en manos de muy poca gente, que bien se cuidará de utilizarla a su favor. Y en este sentido, una gran labor que tienen que hacer nuestros políticos para protegernos a los ciudadanos.

Prepararse para el futuro no es comprarse todo lo que te ofrezcan, que cada vez son más cosas, porque ya no solo es el concesionario, es que Internet es como un mercado abierto las 24 horas para pillar en cualquier momento a incautos. No es mejor profesional el que más tecnología compra, sino el que cuenta con la apropiada para obtener el mejor rendimiento a su explotación, el que está pendiente de los avances para incorporarlos de la mejor forma a su trabajo.