ACTUACIONES EN EL PATRIMONIO RELIGIOSO

Recogía la prensa de ayer la inversión de la Diputación de León, un año más, en el patrimonio religioso de la provincia mediante convenio con las dos diócesis, León y Astorga.

ACTUACIONES EN EL PATRIMONIO RELIGIOSO
 
Recogía la prensa de ayer la inversión de la Diputación de León, un año más, en el patrimonio religioso de la provincia mediante convenio con las dos diócesis, León y Astorga. Acertada actuación de una institución que desde el punto de vista inversor parece que es la única que existe y por supuesto es la única que actualmente está prestando apoyo a los ayuntamientos y a las entidades locales de la provincia. No cabe duda que en los últimos años se ha hecho un gran esfuerzo por conservar y mejorar el estado de cientos de iglesias en nuestros pueblos, unas iglesias que, al margen de las creencias de cada uno, representan por lo general el mayor valor arquitectónico y cultural de la localidad. Esta labor de conservación de los templos ha sido posible por el apoyo de las administraciones, por el apoyo de las diócesis, por el empeño personal en muchos de los casos de los curas rurales, pero sobre todo por las aportaciones de los vecinos del pueblo –feligreses o no- que no quieren que lo suyo se pierda. Porque la iglesia es seña de identidad en los pueblos, es motivo de orgullo por su monumentalidad y conservación, es testigo de los acontecimientos más importantes, dolorosos o festivos, y para muchos lugar predilecto para procesar la fe.
 
Hoy hay menos vocaciones para curas y los bancos están medio vacíos cuando se oficia un acto religioso, pero nuestras iglesias tienen un estado de conservación mejor que hace medio siglo cuando se llenaban cada domingo. Hay sensibilidad para defender nuestras señas de identidad, para valorar lo que permanece con el paso del tiempo, para valorar el arte y para valorar lo que hicieron nuestros antepasados con muchos menos medios de los que, con crisis o sin ella, tenemos hoy nosotros. Una pequeña iglesia de pueblo tiene el mismo derecho para ser conservada que una catedral, tanto por el componente artístico y cultural como por religioso, y requiere de la solidaridad de las administraciones y del obispado para que no todo se vaya a las grandes ciudades. Únicamente reconozco a los grades templos el derecho a tener mayores comodidades, por ejemplo calefacción, porque supongo que eso lo pagan los que lo usan, no los poderes públicos. Nunca en mí pueblo habrá calefacción integrada en los bancos como en San Isidoro, un lujo que casi me parece pecado.
 
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Crónica del viernes 25 de enero de 2013.