Polleros

El grupo Sada, dedicado a la producción y comercialización de carne de pollo, con granjas y salas de sacrificio en varios puntos del territorio nacional, ha cerrado recientemente sus instalaciones en Valladolid creando el consiguiente problema de pérdida de empleo.

Polleros

El grupo Sada, dedicado a la producción y comercialización de carne de pollo, con granjas y salas de sacrificio en varios puntos del territorio nacional, ha cerrado recientemente sus instalaciones en Valladolid creando el consiguiente problema de pérdida de empleo. La dirección de la empresa está negociando con la parte social la recolocación de los empleados en otros centros de trabajo, por lo que el problema, aunque lo sigue siendo, se minimiza. Este problema de Valladolid, con importante repercusión social y mediática  en dicha provincia, tiene también sus consecuencias en  la nuestra, en León, y aquí quién se queda sin el trabajo son los granjeros. La empresa Sada mantenía contratos de integración con una veintena de ganaderos de la provincia de León, muchos de ellos ubicados en la ribera del Órbigo, contratos que ha rescindido de forma unilateral, por lo que las granjas se encuentran ya vacías sin posibilidad de generar ningún ingreso. La situación actual del mercado de la integración aviar, y lo obsoletas que están varias de esas instalaciones, hace que no haya posibilidad de recolocar a estos ganaderos en otras integradoras, de las cuales, por cierto, en la provincia de León hay dos muy pujantes. Estos ganaderos autónomos, que vivían de la rentabilidad de sus granjas, se han encontrado de la noche a la mañana sin trabajo y sin ingresos, sin seguros sociales que les amparen, y afrontando las deudas de amortización de instalaciones si es el caso. Una crisis iniciada en Valladolid está repercutiendo, y de qué manera, en los ganaderos leoneses, unos ganaderos que facturaban un millón y medio de euros al año  que ahora se han esfumado. Y debe de ser por ese espíritu de resignación que tenemos en el campo, por lo que, mientras los obreros llevan meses protestando y llamando a todas las puertas para que les escuchen y les atiendan, los ganaderos no han dicho, hasta hoy, “esta boca es mía”. Como si nos diera vergüenza que nos hayan abandonado en nuestras propias granjas, esas que se han construido con tanto sacrificio y que pasarán a ser naves destartaladas.

Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 13 de enero de 2017.